Rubalcaba, fin de un tiempo

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

25 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Uno de los políticos que durante un tiempo prolongado me han mantenido interesado en su trabajo ha sido Alfredo Pérez Rubalcaba. Desde aquel encuentro de la Universidad Menéndez Pelayo en su sede del Pazo de Mariñán, julio de 1983, sobre políticas científicas, hasta su dimisión en este año 2014.

Rubalcaba ha sido un político de trabajo excelente, pero sin suficiente poder en su partido. Y los partidos son cicateros con sus militantes singulares. Prueba de ello es que ha sido candidato hasta por cinco circunscripciones diferentes. Por ello, cuando por una diferencia de 22 votos llegó a la secretaría general del PSOE, era fácil pronosticar algo así: «A Rubalcaba le quedan complejas batallas a dar por figuras interpuestas». Porque siendo importante la estrategia política frente a Europa, la economía y la igualdad, y su oposición a las políticas de Rajoy, su trabajo ha estado más lastrado por líderes, políticas y liderazgos territoriales menos comprometidos en reflejar el «discurso Rubalcaba» que por su capacidad y la de su equipo en Ferraz donde, efectivamente, debe de hacer frío.

El pronóstico se ha cumplido. Por más que Alfredo haya propiciado cambios en el PSOE que no han sido asimilados ni desarrollados en toda su complejidad. Desde el documento de Granada sobre la articulación de España, hasta la conferencia política de estrategias sectoriales, o la propia elección directa del secretario general por los militantes.

El Partido Socialista se desangra en su liderazgo social entrampado como está en un continuo trueque de liderazgos locales e incapaz de articular un discurso cohesionado y consistente, desde cómo tratar los casos de corrupción, hasta la reforma laboral, el paro o los grandes ejes del ya débil estado del bienestar. No llega que se limiten a reivindicar la inclusión en una Constitución reformada del derecho a la educación, a la sanidad pública, o a la protección de la vejez y la dependencia, con ello no se garantiza que el capitalismo resuelva la desigualdad y la pobreza en la que nos hemos sumergido. Los intereses de las fuerzas políticas mayoritarias son contrapuestos, pero solo desde un discurso coherente y creíble los socialistas tendrán capacidad de lograr la confianza de los ciudadanos y desde esa posición pactar líneas estratégicas que hagan recuperar el pacto por la igualdad y la libertad.

Hoy, con una despedida inusual en el mundo político retornando a su trabajo, volvemos a encontrar a la persona que a lo largo de más de treinta años mostró su capacidad para gestionar lo público, para corregir derivas de quiebra política, y para buscar salidas negociadas en el funcionamiento de las instituciones. Quienes le hemos seguido con interés, y en ocasiones complacidos por las políticas desarrolladas, sabemos que con su marcha finaliza un tiempo. Por más que en el tiempo venidero desearíamos encontrarnos con políticos capaces de diseñar, dirigir, pactar y defender lo nuestro. Como hemos visto trabajar a Alfredo.