La doblez exquisita de Duran i Lleida

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

22 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Es posible que usted encuentre en los periódicos de hoy grandes alabanzas y panegíricos de Josep Antoni Duran i Lleida por su dimisión como número dos de CiU en desacuerdo con la deriva independentista de Artur Mas. Pero en este artículo no encontrará ninguna loa a su coherencia. Entre otras cosas, porque es la incoherencia y la doblez de personajes como Duran la que ha permitido que Cataluña se asome al abismo que le aguarda al cabo de unos meses. Incoherente es llevar años defendiendo una Cataluña integrada en España, pero actuando como vocero en Madrid de los que quieren destruir ese vínculo histórico. En lugar de batallar políticamente contra los que predican lo opuesto a lo que él sostiene, Duran ha preferido siempre el discurso ambiguo que le ha permitido nadar y guardar la ropa durante décadas, para saltar del barco en el último segundo, antes de que se vaya a pique. Todo, menos renunciar a cargos y prebendas. Y así hemos visto a este político que presume de ser un hombre de Estado, desfilar bajo un mar de banderas esteladas en la Diada del 2012, que reclamaba un Estado catalán y que fue el germen del conflicto. Duran siempre entendió la política como el arte de arrancar jugosa renta política a sus votos y sus actos, cobrándoselos primero a Pujol y luego a Felipe González, a Aznar, a Artur Mas, a Zapatero y a quien se ponga por delante. Todo, con mucho seny.

Pero el exquisito Duran, siempre bien valorado en las encuestas, es también el mayor exponente de eso que ahora se llama la casta, y que no es otra cosa que el ejercicio de la política con el máximo desdén y hasta el desprecio hacia los ciudadanos. El currículo de este aragonés, que lleva 35 años ocupando cargos públicos sin haberse presentado jamás como cabeza de lista en unas elecciones, está plagado de actos y afirmaciones que deberían avergonzar a quienes ahora lo elogian. Duran se ha opuesto sistemáticamente a rebajar los sueldos de los políticos e incluso a que tengan que declarar sus bienes. «Si lo que quieren es que el Congreso sea una cámara de funcionarios y gente pobre, vamos por el mejor camino», dijo con arrogancia cuando se pidió a los diputados austeridad y transparencia.

Vanidoso y presumido, Duran acusa a los andaluces y extremeños de «pasarse el día en el bar» con el dinero del PER que «chulean» a Cataluña, pero él se aloja permanentemente en Madrid en una lujosa suite del Hotel Palace. Se queja públicamente de que nazcan tantos «Mohameds» en Cataluña; opina que la inmigración es un «problema» para los catalanes que quieren educar a sus hijos; pide que el dinero del AVE gallego se destine a infraestructuras en Cataluña y defiende a los médicos que dicen curar la homosexualidad. Pero, por encima de todo, es el líder de Unió, el único partido condenado en España por financiación ilegal. Un partido con un agujero contable de más de 12 millones de euros y que lleva años sin pagar sus deudas. Pero por nada de eso se le ocurre dimitir al exquisito Duran.