Ceguera inexplicable

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

12 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Felipao soñaba con la gloria, pero acaba el mundial como el Sauron de Tolkien, derrotado. Es el gran artífice de la página más negra de la historia de los pentacampeones. Una especie de vergüenza nacional que ni las más grandes gestas del futuro harán olvidar. El campeonato brasileño será recordado para siempre por la zurra de Alemania a los anfitriones y por el mordisco de Luis Suárez. Tal vez el hambre de triunfo confundió al uruguayo y una ceguera inexplicable lo llevó a hincar el diente en el hombro de Giorgio Chiellini.

El fútbol es como una religión y la FIFA su iglesia, con Blatter de sumo pontífice para repartir bendiciones y castigos a capricho. En Brasil gastaron dinero a espuertas para hacer los estadios que tuvieron que acabar con la lengua fuera y cuando los colegiados ya daban el pitido inicial. Alguno de ellos acabará en pajarera, pero a Blatter ya no le importará. Mientras el mundo entero se entretiene con las evoluciones del balón en los flamantes campos brasileños, la crueldad hierve en Gaza y Jerusalén. Josep Pla decía que la reserva de insensibilidad del hombre es inagotable. Ponía como ejemplo que en la Francia de la Revolución la gente iba a ver la guillotina como un espectáculo. Ahora la cuna de las religiones ha caído de nuevo en el abismo de la violencia, que siempre ha sido un pilar fundamental sobre el que se ha construido la historia de la humanidad, dibujado sus mapas y modelando la estructura de los pueblos. La arena de los hoyos que dejan las bombas se mezcla con sangre inocente. Y los guardianes de Occidente, entretenidos en olisquear las intimidades del Estado alemán. Los niños que sobrevivan llevarán la violencia tatuada en el alma para siempre.