«A relaxing session of interrogatorio»

OPINIÓN

01 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

No sé qué le da la jueza De Lara a sus clientes, pero en cuanto los imputa todos dicen lo mismo: «Estoy muy tranquilo». Ayer se lo escuché a Rey Varela, el alcalde de Ferrol. Pero antes ya lo habían dicho las diez docenas de imputados que suma la operación Pokémon, y muy especialmente el exalcalde de Santiago, Conde Roa, y el alcalde a extinguir Ángel Currás. Vas tú, en plan solidario, a preguntarles por su situación, y ellos te lo espetan sin inmutarse: «Estoy muy tranquilo».

Si fuese verdad que el Servicio de Aduanas no hace más que conjeturas (Julio Flores); o que se equivoca gravemente al identificar a los espiados (Rey Varela); o que la jueza no tiene competencia para imputarlos (Francisco Rodríguez); o que apenas tratan a Tutor (José Manuel Barreiro); o que se limitan a escuchar a los vecinos (López Orozco), lo lógico sería que los imputados adoptasen la forma encrestada de los dragones, y su color verde, y empezasen a echar fuego por la boca, y que, lejos de relajarse tan divinamente, empezasen a maldecir en arameo hasta resucitar a los muertos. Por eso me llama tanto la atención esta actitud de mansos corderos que, en cuanto se saben imputados, dan la sensación de haberse tomado «a relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor», como diría Ana Botella, o de haber sido sometidos a una «relaxing session of interrogatorio in the balneario of Lucus Augusti», como digo yo.

Por eso -y porque el que no hace algo de I+D+i es más insignificante que el que no tiene un microclima en su finca- me puse a investigar. Y tras haber imputado en el laboratorio a un ratón que me comió -sin permiso- una rodaja de chorizo, descubrí que la glándula pituitaria del pobre bicho empezaba a segregar una monoamina neurotransmisora de carácter relajante que bauticé como «imputina», y que, en contra de lo que cabía suponer, el pobre ratón se quedaba relajadito como un peluche y se echaba a dormir como un lirón. Es la sabia naturaleza, que, ante la agresividad de un estímulo negativo que podría causar la muerte por estrés, segrega una monoamina que te hacer relajar, dormir y engordar, y que te lleva indefectiblemente a no tomar ninguna decisión importante en lo que te reste de vida.

Ahora, dado que los imputados ya no me preocupan, estoy intentando sintetizar la imputina, para fabricarla en grageas. Porque una vez testada y aprobada -no vaya a ser que me imputen-, empezaré a administrársela a gente como Putin, Mas, los talibanes de Irak, Boko Harám, Abdel Fattah al Sisi y a Luis Suárez (el de los mordiscos). Y todos empezarán a decir lo mismo -«estoy muy tranquilo»- antes de echarse a dormir.

Lo malo es que mis investigaciones van muy atrasadas. Y por eso tendremos que depender, como hasta ahora, de las imputaciones artesanales. Porque la ciencia es más lenta que la madre que la parió.