Indicadores y marca España

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe FIRMA INVITADA

OPINIÓN

01 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

No hace mucho tiempo, en 2009, los premios nobeles de Economía, Joseph Stiglitz y Amartya Sen, junto a J.P. Fitoussi, redactaban un informe titulado «Richesse des nations et bien-être des individus», para el presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, en el que justificaban que indicadores económicos como el PIB no eran lo suficientemente completos para subrayar jerarquías e incluso para determinar situaciones de avance y de progreso. Sugerían llevar a cabo otras investigaciones más complejas en la que se tuvieran en cuenta más datos, más ratios y más conceptos. Es decir, la misión del trabajo consistía en determinar los límites del PIB e identificar aquellas otras informaciones complementarias que podrían ser necesarias para lograr convenir indicadores más pertinentes de cara a evaluar y medir la evolución económica y el progreso social.

Aprovechando dichas argumentaciones distintas instituciones e institutos de investigación elaboran índices que miden el progreso de determinadas magnitudes o el posicionamiento de los países en función de las mismas. Al mismo tiempo, divulgan sus análisis y, a partir de los mismos, comienza la lucha por el puesto en un ránking mundial.

Dos organizaciones internacionalmente conocidas acaban de hacer públicos sus informes. La última en hacerlo fue el Institute for Management Development, con sede en Lausanne. Su índice agrupa cuatro subíndices, los referidos a la perfomance económica; la eficiencia gubernamental; la eficacia en los negocios; y los niveles de las infraestructuras. Se basan en explotar una encuesta a directivos de empresa y a prescriptores internacionales. Tienen influencia en el campo de los negocios y revela un posicionamiento que tiene que ver con el atractivo para el capital y para el mantenimiento de los negocios en un país. España, bajo este índice, se sitúa, en el año 2014, en el puesto 39, de los 60 países analizados.

Mejora seis puestos con respecto al año anterior, pero ocupa tres puestos más abajo desde el año 2010. Si situación la coloca bastante alejada del núcleo duro de la UE, pues Alemania, Países Bajos y Reino Unido, ocupan los puestos 6, 14, y 16 respectivamente; en tanto que los españoles nos alineamos en el grupo de los países meridionales, encabezados por Francia, que ocupa la posición veintisiete.

Atendiendo a dicho índice, España destaca por la dotación y los niveles de las infraestructuras (ocupamos el puesto 27), posición que mejora el lugar ocupado por la eficacia de los negocios (puesto 42) y por la eficiencia pública (puesto 46). La peor puntuación la obtenemos en lo que concierne a la situación macroeconómica (puesto 51, de los 60 países), tal y como corresponde a la coyuntura derivada de la crisis: elevado paro, alto nivel deuda, fuerte déficit, etc.

Otra organización conocida, el Foro Económico de Davos, también comunicó, hace unas semanas, su ya clásico Global Competitiveness Index, para 2013-2014. España ocupa el puesto 35, de los 148 países analizados, manteniéndose en dicho lugar respecto al año anterior; o sea, ni bajamos, ni subimos. Este índice agrupa a 12 indicadores: institucionales; infraestructuras; situación macroeconómica; salud y educación; educación superior; eficiencia del mercado; finanzas; tecnología; mercado laboral; tamaño de mercado; sofisticación de los negocios; e innovación. Y, a su vez, cada indicador se compone de diversos sub-índices, lo que hace que este ránking sea más completo que el anterior.

Los resultados sitúan a España en un lugar privilegiado en lo que hace referencia a los indicadores ligados a la sociedad del bienestar; esto es, a los aspectos vinculados a la salud y educación primaria (puesto 30) y a la educación superior (26); así como en lo respecta a los pilares básicos para afrontar el crecimiento, como son las infraestructuras (10); tamaño del mercado (14); tecnología (26); sofisticación en los negocios (33); e innovación (34).

Pero, en sentido contrario, el indicador de competitividad de Davos también revela nuestras deficiencias y estrangulamientos: retrocedemos en el ránking en aquellos aspectos en lo que se reflejan nuestros fallos de regulación e control. Así, ocupamos el puesto 58, en el nivel institucional; el 63, en la eficiencia de los negocios; el 97, en las finanzas; el 115, en el mercado laboral; y el 116, en lo que atañe a la situación macroeconómica.

Una primera conclusión es que la marca España tiene mucho trabajo para clarificar sus mensajes. Porque, en nuestro caso, no podemos echar balones fuera, ni descalificar al adversario o rival.

Las amenazas para funcionar residen en nuestros propios comportamientos y actitudes. Es decir, somos nosotros mismos los responsables de nuevas debilidades, lo cual es un alivio, pero también una preocupación. Por eso, necesitamos un proyecto de país, con activos y disciplinados agentes; que desplieguen iniciativas con capacidad de reacción en los momentos críticos; aportando sugerencias o indicaciones básicas. En suma, más implicación y menos desconocimiento de la realidad.