Rubalcaba, el final de la escapada

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

27 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El ex atleta Alfredo Pérez Rubalcaba se retiró ayer después de una larguísima carrera, pero le cabe el honor de hacerlo con varios récords y no pocas medallas colgadas a su cuello. Parecía muy difícil superar la marca lograda en las elecciones generales del 2011, cuando llevó a los suyos a la mayor derrota de su historia. Otro en su lugar se habría retirado ese mismo día, en plena gloria. Pero él decidió retarse de nuevo a sí mismo, como un Bubka de la política. Y consiguió superarse, con un resultado todavía más desastroso. Un récord, el del pasado domingo, destinado a perdurar en el tiempo, pero que alcanza su verdadera dimensión por el momento en el que se ha logrado. El hecho de que en un país con más de un 25 % de paro gane las elecciones el partido del Gobierno, siendo además este partido de derechas, es ya de por sí un caso digno de estudio. Pero el mérito extraordinario es conseguir que un partido de izquierda que ejerce la oposición en un país en el que hasta hay niños que pasan hambre en el colegio y en el que el partido del Gobierno está inmerso en un inmenso escándalo de corrupción, no solo no recorte distancias, sino que pierda dos millones y medio de votos.

Rubalcaba nunca debió postularse para ser el sucesor de Zapatero habiendo sido su vicepresidente. Aquello fue un error garrafal. Pero empeñarse en continuar en el cargo tras aquella derrota excede con mucho el error de juicio para entrar en la categoría de deslealtad a los suyos por parte de un hombre para el que el fin, el poder, justifica casi todos los medios. En una España con una larga tradición de traiciones políticas, resulta muy difícil encontrar a alguien que se haya traicionado más veces a sí mismo y a su partido. Rubalcaba fue el más aguerrido felipista del PSOE. Pero, muerto González, se olió que el poder se posaría en el catolicón José Bono. Y no tuvo empacho en convertirse en su monaguillo en el congreso de la sucesión. Pero aquel congreso lo ganó un tal Zapatero. A Rubalcaba le bastaron unos días para cambiar de bando y ponerse de número dos del adalid del laicismo. Y cuando este cayó en desgracia, le negó tres veces para ponerse él el primero. Maniobró luego para abortar las primarias, presionando hasta límites increíbles para que Carme Chacón retirara su candidatura. Y, constatado su fracaso estrepitoso en las generales, aún fue capaz de llegar hasta estas europeas embaucando a los suyos para ganar tiempo. Primero, convocó una conferencia política huera a un año vista y ordenó mientras tanto guardar silencio. Luego, aplazó otro año y sin motivo las primarias. Ayer concluyó la escapada. Rubalcaba lega a los suyos un PSOE en la indigencia política, sin tiempo para articular una alternativa y, lo que es peor, sin discurso y sin principios. Lo suyo era el poder. Nunca se le escuchó una idea política elaborada. Se va sin que sepamos si es un izquierdista radical o un socialdemócrata moderado.