La UE resiste

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

26 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Había inquietud, sobre todo entre los europeístas, ante las elecciones europeas de ayer. La crisis económica y las campañas egocéntricas e interesadas de algunos partidos políticos euroescépticos parecía que iban a conseguir aflojar las costuras de la Unión Europea. No lo han logrado, y menos aún han conseguido que el convoy descarrile. Después de una legislatura inusitadamente turbulenta, los resultados electorales de este fin de semana tal vez no podían ser mejores, pero, en cualquier caso, no significan ningún riesgo de desmantelamiento del proyecto europeo, como pregonaban sombríos agoreros. Por el contrario, la UE ha resistido y no se ha debilitado como un proyecto común irrenunciable que está afrontando con meritorio acierto una etapa muy difícil. Súmense los diputados populares, socialdemócratas y liberales y se comprenderá fácilmente que es así. Poco más se podía esperar en estos momentos.

La participación ha sido prácticamente la misma de hace cinco años y por primera vez no ha menguado porcentualmente. Los crecimientos de la izquierda radical de Syriza en Grecia, del ultranacionalista UKIP en el Reino Unido o de la ultraderecha del Frente Nacional en Francia tienen un significado complejo -y distinto, por cierto- que deberá verse en su propia evolución y desarrollo. Los rostros del descontento han asomado de muy distintas formas y bajo diversas marcas, y ello es legítimo, pero no tiene por qué ser algo definitivo. Es previsible que, en la medida en que se vaya saliendo de la crisis, los votantes se alejen de los extremos que ahora han florecido.

En España ganó el partido en el poder, pero los resultados han abierto un abanico de fuerzas políticas minoritarias que han aflorado o mejorado sus posiciones, en detrimento del PP y el PSOE, que, no obstante, siguen en cabeza. Esto puede significar que la variedad aumenta cuando predomina el disgusto.

Pero sería un error desdeñar estos resultados, por más que puedan ser hijos de un descontento coyuntural. Porque las alarmas han sonado de verdad.