Cambiar las reglas de juego

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

10 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Empiezo por advertir obviedades: aunque pases de la política, esta no pasa de ti. Las decisiones de los políticos se aplican hasta a los que las desprecian. La abstención está descontada por el mercado, le viene bien al partido del Gobierno. Lo que descompone a los gurús de la fontanería política son los momentos no previstos en los que el cuerpo electoral -generalmente por indignación- rompe al alza las cifras previstas de abstención. Inequívocamente anuncian cambio para castigar al que manda. ¿Pero a quién votar si las reglas democráticas están cautivas por los viejos partidos instalados a su conveniencia en el poder, desde donde la mentira, la desigualdad y el retroceso se han cebado con la ciudadanía? Viendo las encuestas, sabemos que la partitocracia al uso no nos representa. Se terminó el confortable bipartidismo. A no ser que en el colmo del interés partidario por controlar el poder, lleguen a una coalición PP-PSOE contándonos la milonga de la salvación nacional frente a la conspiración.

La curia se mueve y coloca mensajes para defender su espacio. Nos advierten de lo que llaman «populismo» y a continuación lo pintan de radicalidad. Quieren avergonzar a los ciudadanos euroescépticos. Quieren sembrar la culpabilidad entre quienes, con mucha razón, señalan a la UE como un lugar donde se han perdido derechos, se ha generado pobreza y desigualdad, y se ha convertido a los jóvenes en parias en busca de trabajo estable con salario digno.

Alguno se acuerda de las primarias -a buenas horas- para disfrazar el tufillo a rancio que desprenden las sedes donde se cuecen listas electorales, cargos y decisiones. El problema no es cambiar algo para que todo siga igual. Hay que enmendar a la totalidad las reglas de juego en los Parlamentos, para que fluya la esperanza y atraiga a los mejores.

¿A quién vamos a enviar, con nuestro voto -útil- a Bruselas? A los que saben demasiado de las cañerías de los partidos, para que no se enfaden y larguen. A los que fueron personajes y ahora quieren el escaño -bien pagado- en un Parlamento que contempla un modelo al servicio de bancos, banqueros, empresarios y ricos refugiados en Suiza.

Debemos elegir entre dos clases de votos: el que será para ellos, que van a lo suyo, y el que, rompiendo el sistema, promueve otro mundo más justo, capaz de construir una ciudadanía real.