«Here comes the Sun»

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

09 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Apareció el sol y empezó a sonar en mi cabeza el Here comes the Sun de los Beatles. Melodía deliciosa que recomiendo para dar un paseo a todo habitante del país de las setenta lluvias. Los Escarabajos de Liverpool canturrean: «Ya viene el sol? ya se está bien». Y tanto que está bien, que nos lo digan a los que llevamos tres meses con una boina de nubes calada hasta los ojos.

«Cariño, parece que hubieran pasado años desde que estuvo aquí la última vez?». Ya se sabe que la vivencia del tiempo es relativa, pero tengo para mí que los días sin luz se hacen más cortos y cunden menos en el cómputo vital. Tres meses sin ver el sol despejado es un escenario propio de la Invernalia de Juego de Tronos. Lo de este año ha sido un verdadero tour de force tenebroso, una auténtica hibernación.

Esta presencia brusca del sol desequilibra a mucha gente porque supone pasar de las negruras invernales a la luz primaveral de un día para otro, y nuestro organismo no se adapta a la misma velocidad que nuestra mente. El corazón del jinete siempre salta antes que su montura.

«Ya viene el sol. Cariño, las sonrisas vuelven a los rostros?». Los días son más largos, la temperatura es más confortable, la calle y el campo están secos, puedes vivir al aire libre, cortar el césped, sachar las patacas, apañar las cepas, tomarte un café en una terraza o sentarte en un banco. Está bien, agradezco este preludio primaveral que cantan los Beatles.

La primavera es una estación que -quizás por el cambio de luz del que hablamos y la exaltación que provoca- es proclive a revolucionar la sangre. No es por casualidad que casi todas las revoluciones se desaten en esta estación: la de los pueblos de 1848, la de Praga y París de los sesenta, la de los claveles de los setenta, las árabes de los dos mil o la del 15-M, son algunas de las que brotaron con la llegada del sol primaveral.

La que tenemos ahora de actualidad es climática y estructuralmente distinta, la de Ucrania es una revolución de invierno y -al contrario de lo que suele ocurrir con las primaverales- estas suelen ser acontecimientos más sórdidos que festivos. No me cabe duda que la latencia emocional del grupo reivindicativo bajo un sol primaveral no es la misma que a quince grados bajo cero. Los muertos y las soluciones, tampoco.

«Ya viene el sol? Está bien? Siento derretirse el hielo sobre mi frente» -tararean los Beatles.

Confiemos en que sean muchas más cosas las que el sol nos ayude a derretir. Falta hace.