Lo extraño sería que Alejo Vidal-Quadras siguiera como militante del PP. Su alejamiento lo han podido observar cuantos le han visto en tertulias: representaba una oposición constante, concienzuda y tenaz. Es seguro que, si Rajoy también lo escuchó alguna vez, habrá exclamado aquello de «para amigos así, no necesito enemigos». Para su mentalidad, la dirección actual del PP es como la de Zapatero, con supuestos pactos con terroristas, impasividad ante los desmadres autonómicos y languidez ante las veleidades independentistas. Por si esto fuera poco, ayer hizo el remate final de sus argumentaciones con un sorprendente «yo no soy socialdemócrata». Solo le ha faltado llamar rojos a Rajoy, Soraya, Montoro y De Cospedal. Añado por mi cuenta que Alejo no iba a ir en la lista de la europeas y Vox apareció oportunamente como tabla de salvación personal.
Algo parecido se podría decir de Jaime Mayor Oreja, salvando las distancias de contención verbal de ambos personajes. Sospecho, como pura intuición, que Jaime Mayor fue avisado de que no volvería a encabezar la lista, e hizo una suave retirada, sin herir ni provocar una catástrofe en el partido. Pero tengo indicios suficientes para saber que no estaba siendo grato a Rajoy y sufre un conflicto por el descontento de las víctimas del terrorismo con el Gobierno. Si renuncia, pero sigue en el partido, es que no quiere hacer daño y es un caballero que presenta como abandono voluntario una sugerencia superior.
Sumados los dos nombres de Vidal y Mayor, le acaban de hacer un roto al partido gobernante. El mensaje que queda de la baja de uno y la renuncia del otro es que el PP se empieza a desangrar por la derecha. Ahora está un poco más confirmado que algunas iniciativas legislativas del Gobierno, como la ley de seguridad ciudadana o la reforma del aborto, tienen o tenían como finalidad no perder ese electorado. Ahora se ve que existe hueco, al menos nominativo, para un partido como Vox, de reciente creación, pero de sorprendente rapidez en los fichajes. Y ahora se entiende por qué alguna mano oculta agitó estos días a las víctimas del terrorismo contra el Gobierno y el partido que antes las aglutinó. Todo esto no es ninguna anécdota. Puede significar un cambio interesante en el escenario político español. Hasta ahora el PP hizo el milagro de congregar a todas las derechas, desde el extremo hasta el centrismo declarado de un García Margallo. Si Vox, o quizá UPyD, empiezan a atraer al sector más conservador y duro, el Partido Popular tendrá que optar entre volver a buscar el centro o hacer una política aún más conservadora para frenar las escapadas. Y de esa opción no depende solo el partido. Depende la política de este país.