Imparte sosiego, que es de lo que se trata y para lo que le pagamos. Por eso resulta envidiable la serenidad con la que el presidente Rajoy se enfrenta a los problemas del país. Sin precipitaciones, con reposo. Como quien no quiere alarmar, ni darle importancia a las preocupaciones que nos quitan el sueño. Así se mostró, paciente y calmoso, en su última comparecencia en una pantalla de plasma en la que sin gran esfuerzo, como quien no quiere la cosa, nos dejó un titular para la reflexión. No adelantemos acontecimientos. Magistral idea. Lo que hubiera dado Ortega y Gasset por esta frase, merecedora de pasar a la antología de las grandes reflexiones de los pensadores contemporáneos. Y aplicable a todo cuanto nos acontece. En el aborto, impuestos, ETA y Cataluña, así en siete ocasiones, Mariano resolvió la situación imponiendo quietud y reposo. No hay nada que no pueda arreglar el tiempo. Todo es cuestión de no precipitarse, que es malísimo para el corazón. Decía Voltaire que el que vive pacientemente, vive tristemente. Sin referirse a Mariano, claro. Y el militar y político Carlos Blanco dijo, allá por finales del XIX, que la prudencia, la pachorra y la pasividad son las hijas del fracaso. Más o menos. Pero no adelantemos acontecimientos.