La tecnología no es un arma, aunque puede serlo. La tecnología no es buena ni mala. Es una herramienta. Según cómo la utilices, tendrás la cosecha. Lees una crónica brutal sobre un pederasta que con sus conocimientos informáticos y, sobre todo, con una maldad sin límite convirtió la vida de una cría de trece años en un infierno. El delincuente no frenó ni cuando los padres ya estaban también del otro lado del ordenador. Pasó a amenazarlos a ellos con difundir el material de desnudos y de vídeos que había conseguido de la niña con un alud de engaños. El que hace algo así no tiene entrañas. Divulgar estas historias tiene que servir para concienciar a la gente de la importancia de que nada que no esté avalado en la Red tiene valor. Las redes sociales están atestadas y apestadas de nombres falsos de perfiles falsos de una montaña de falsedades. La mentira campa muchas veces a sus anchas, y los chavales son los primeros expuestos. La inocencia es gasolina para los que buscan el mal. La niña que pasó el drama recibió los primeros correos de un chico que puso una edad que no tenía, un nombre que no era el suyo y una foto robada de un chaval muy guapo, que tampoco era él. Dudar es el camino. Y no enredarse (nunca mejor dicho) con aquellos a quienes ni siquiera conoces.