De multas

Gonzalo Ocampo
Gonzalo Ocampo EL RETROVISOR

OPINIÓN

25 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Sin duda las multas de tráfico no son gratas para nadie, aun siendo justa consecuencia a una desobediencia con relación a las normas que regulan la circulación. La multa tradicional, aquella que impone razonablemente un agente en el lugar y tiempo de la infracción, se acepta a costa de nuestra suficiencia y ante la levedad de defensa, pobre de buenos argumentos, por la fuerza del hecho. Cuando menos, un ser humano nos habla, explica la falta observada y hasta es posible que nos oiga pacientemente.

Desazón, y tantas veces indignación, producen otros modos de imposición de multas, tales como las de los radares. Aquí es «la máquina» el actor principal. No habla, no deja hablar. «Nos ha cazado», bien que la pieza no estuvo prudente ni astuta. El radar es un acusador frío, implacable. Al final, sus gestores te ofertarán una quita sobre el importe de la sanción, si pagas sin rechistar. Entras en un singular mercadeo. Pierde el orden jurídico. Todo vale.