No llovía

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

15 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

En aquellos días interminables en los que el Prestige navegaba con rumbo errático frente a la costa de Galicia, mientras las playas y acantilados se teñían con la pesada alfombra negra, cuando el Gobierno daba muestras de una relación nada franca con los ciudadanos y escasamente valiente ante una situación difícil de manejar, entonces cundió entre la población un sentimiento de estafa emocional. Muchos gallegos, una inmensa mayoría según se vio en la movilización inmediata, se sintieron huérfanos y con el único poder de sus manos y de su voluntad para frenar al monstruo.

Once años después, la sentencia que no condena a nadie, que deja impune la mayor catástrofe ambiental de Galicia -salvo la desobediencia del capitán griego-, revive en cierto modo aquel sentimiento de engaño y abandono. Los expertos dirán, pero tal vez el tribunal no condene porque no eran estos los que debían estar en el banquillo. Al menos no solo ellos. Quién sabe qué hubiese pasado si los autos de procesamiento hubiesen apuntado más alto. A lo más alto, incluso. Una opinión que se refuerza estos días es que, tal vez, hubiese pasado exactamente lo mismo.

El daño invisible de la contaminación del petróleo y una cierta capacidad de regeneración de la naturaleza parecían haber extendido un manto de olvido casi tan viscoso como el del chapapote. Pero la sentencia, después de todo, viene a espolear la memoria de quienes entonces se sintieron heridos y defraudados. Porque por mucho que la Justicia no encuentre culpables, la gente sabe que reaccionó como debía. Porque caía a cántaros sobre nosotros. Y no estaba lloviendo.