Para qué sirve un rey

OPINIÓN

29 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Para quienes forjaron su identidad en el potaje de la izquierda, Estados Unidos es un gran saco de boxeo al que propinar puñetazos. Los yanquis han sido siempre tipos directos con el descaro chabacano del nuevo rico. Lo fueron en los setenta cuando promocionaron a Pinochet contra la inquietante alternativa democrática de Allende y lo son ahora, pues mantienen intacta esa grandilocuencia dialéctica que les permite seguir proclamando que tienen la divina misión de propagar la democracia, a pesar de los cadáveres que esconden en el armario y de cositas tan grimosas como Guantánamo. Por eso hay que escucharlos con atención cuando sentencian, porque en sus confesiones hay mucha menos impostura que en nuestros agotadores circunloquios. A Miguel Cabanela, un genio de la cirugía con millones de entradas en Google que ha resultado ser afillado de Cunqueiro, lo llamaron de Zarzuela para ajustarle la trócola al rey y a pesar de que el espíritu de Mondoñedo se le cosió a la fonética ha resultado ser más yanqui que el monumento a Washington. Aceptó reparar gratis las costuras del monarca con el aplomo despegado de Rochester y apenas le inquietó tener a la monarquía entera en la mesa de operaciones. Lo imaginábamos responsabilizado al taladrar la jefatura del Estado a la altura de la cadera, hasta que entendimos el origen de su aplomo: Cabanela no sabe qué es lo que hace un rey. De hecho, en pocos días ha organizado los quehaceres del soberano con una contundencia desconcertante. Sí a las recepciones en palacio, no a los viajes a Talavera de la Reina, lo que nos permite aproximarnos a la extravagante visión que tiene de la monarquía. Nunca nadie aquí se atrevió a ser tan franco. ¿Para qué sirve un rey? La respuesta, desde Galicia: depende de lo que haga.