La secuencia nos la sabemos de carrerilla. Porque se repite, inexorablemente, cada doce meses. Unos descerebrados plantan fuego al monte; miles de gallegos se juegan el tipo combatiéndolo; nos gastamos lo que no tenemos; las Administraciones nos hablan de campañas orquestadas y todos los demás asistimos enrabietados al triste show de ver cómo se esfuma nuestro patrimonio natural.
Y ante tal panorama preguntamos: ¿hacemos todo lo posible para acabar con estos desastres? ¿Se puede hacer algo más? ¿Quién puede hacerlo?
Aceptando, que ya es doloroso, que siempre habrá desequilibrados, perturbados, lunáticos y majaretas amantes de las cerillas, podemos poner en práctica el modelo A Mariña. Modelo que viene funcionando con éxito y que hace de esta comarca lucense un vergel. El patrón consiste en un pacto de todos contra el fuego y el resultado es una alta rentabilidad que a todos beneficia.
Este modelo, que parece efectivo, o cualquier otro. Todo menos seguir instalados, como estamos, en el lamento, la acusación a ciegas y la resignación. Porque nos están destrozando nuestro mayor patrimonio. Despedazando el futuro. Y nosotros entonando la canción de todos los veranos.