Decían en aquella campaña de la DGT que «las imprudencias se pagan carísimas». Habría que añadir que, lejos de las carreteras, allí por donde discurre la política, no son imprudencias todas las que están ni están todas las que son. Y tampoco se pagan todas, no hay un precio fijo por kilogramo. De hecho, las hay que salen bastante baratas. Como la del alcalde de Baralla, que dice que sus declaraciones sobre las víctimas del franquismo fueron una «imprudencia». No ha elegido la mejor palabra para resumir las suyas. En caso de tratarse de una imprudencia, sería temeraria. Esa que, según la Real Academia, es una «culpa grave e inexcusable». El regidor debe aprender que nadie tiene derecho a pisar fosas comunes. En muchas fosas comunes han acabado las menos comunes de las personas.