Estos días estamos viendo cómo una parte de la población turca lucha contra su Gobierno, reclamando un cambio de rumbo. El mundo de la ciencia se adelantó hace cosa de un año, cuando fue detenido el ingeniero químico Kemal Gürüz. Gürüz, antiguo director del Consejo de Educación Superior turco, había intentado aislar a la universidad de la influencia islámica con diferentes reformas (por ejemplo, dificultando el acceso de estudiantes de seminarios religiosos a empleo público con ciertos requerimientos educativos o prohibiendo el velo islámico en los campus) realizadas durante su mandato, de 1997 al 2003. En noviembre, el primer ministro Erdogan anunció que el Gobierno nombraría a los nuevos miembros de la Academia Turca de Ciencias (hasta entonces eran elegidos en el seno de la propia institución), lo que provocó la dimisión de más de 60 académicos. De los 100 nuevos miembros así elegidos, muchos carecen de eco científico a nivel internacional. También el año pasado, un astrofísico turco fue condenado a 25 meses de prisión por impedir a sus alumnas entrar en sus clases con la cabeza cubierta.