La alcaldesa Botella ha tenido que ponerse seria, cosa nada habitual en ella, para zanjar la polémica. La duda ofende, dijo, para cerrar bocas sobre el posible pago de una parte de la boda de la niña en El Escorial por parte de los piratillas de la Gürtel. Y asiste la razón a la alcaldesa. Poner en duda determinados comportamientos resulta ofensivo. Y hasta hiriente. Pero somos millones los españoles, con un servidor a la cabeza, a los que no nos asalta duda alguna. A estas alturas del nodo tenemos claro cómo se financian los partidos políticos, cómo el PP, quién es Luis Bárcenas, qué es la trama Gürtel, quién pagó parte de la boda de la niña en la gran obra de Felipe II y quienes se llevaron sobresueldos. Nos lo sabemos de carretilla. Y no precisamos de mayores explicaciones. Está en lo cierto, aunque sea por una vez, la alcaldesa Botella. La duda ofende. Ofende a millones de lamparillas que sabemos cómo se gastan nuestros dineros en financiar juergas y guateques. Ofende que nos tome por ingenuos y necios. Y nos ofende profundamente la mandamás del oso y el madroño si duda de que estamos en lo cierto sobre las andanzas de los amigos del alma. Hasta Rajoy. Por eso dijo que nada es cierto, salvo lo que publican los medios.