Los judíos del PP

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

18 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Que la señora De Cospedal califique los escraches de «nazismo puro» es una obscenidad. Debería ser perseguible de oficio. Que pretenda transmutar a los dirigentes del PP en judíos desvalidos, primero señalados a domicilio y después masacrados, produce repugnancia. Constituye un insulto a millones de víctimas del Holocausto. Que la impúdica analogía consista no solo en un calentón momentáneo, sino en consigna de una campaña orquestada con despliegue de trompetas mediáticas, provoca inquietud. Suscita dudas acerca de su objetivo: ¿se trata de correr una cortina de humo -de gas- para tapar los asuntos que agobian al ciudadano o, simplemente, de abonar el terreno para restringir las protestas mediante decreto ley?

El ministro Fernández Díaz, siguiendo la lógica del poema falsamente atribuido a Bertolt Brecht, ha pronosticado la peligrosa deriva de los escraches. Primero, advirtió, acoso a los diputados; después, tal vez, a los jueces o a los periodistas. Pero la tesis falla por la base: ni los judíos fueron las primeras víctimas del hitlerismo triunfante ni los judíos del PP son los grandes damnificados del tsunami actual.

Alfred Bauer dejó claro lo de ayer: «Las víctimas primeras y dilectas fueron, por supuesto, los comunistas y demás luchadores antifascistas, para los cuales estaban preparados los sótanos de tortura de la SA y los campos de concentración, a los que, en aquellos primeros años, no fueron llevados judíos». El poema atribuido a Brecht, escrito en realidad por el pastor luterano Martin Niemöller, remacha la misma secuencia: «Primero buscaron a los comunistas. / Pero como yo no lo soy, no me afligí. / Después a los socialistas y sindicalistas. / Pero como tampoco soy socialista, quedé tranquilo. / Después a los judíos. / Pero quedé tranquilo, porque tampoco soy judío. / Cuando me buscaron a mí, ya no quedaba nadie para defenderme». Niemöller se hallaba preso en Dachau cuando los aliados liberaron el campo de exterminio.

Lo de hoy resulta igualmente claro. Los primeros escrachados -aplastados, en la acepción argentina-, a causa de la crisis y de los Gobiernos, son los trabajadores que perdieron su empleo, las familias que perdieron su casa y los jóvenes que perdieron el futuro. «¡Malos tiempos estos en los que hay que demostrar lo evidente!» (La cita, esta vez sí, pertenece a Bertolt Brecht).

¿O sea, que usted defiende los escraches? Yo no he dicho eso. Afirmo ahora que las protestas son legítimas si no traspasan las fronteras del Código Penal e incurren en coacciones o amenazas. Pero colgar a los manifestantes la cruz gamada porque hay niños en casa -¿incluso en horas de colegio?- quizás no sea buena táctica defensiva: induce a pensar en otros niños que han quedado sin techo. Por más que se empeñen, no conseguimos ver a Dolores de Cospedal reencarnada en Ana Frank.