José Luis Méndez López, director de Caixa Galicia durante toda su existencia, está devolviendo títulos y honores. Creo que tras el de hijo predilecto de su ciudad y el de doctor honoris causa de la Universidade da Coruña entregará el permiso de conducir y luego el mismísimo carné de identidad. Se está deshaciendo de su pasado. Méndez, cómo se escribe la historia, fue el gran perdedor frente a Gayoso, y se ahorró la hecatombe. Ahora, convenientemente alejado de los focos, envía a un hijo y un notario a devolver la cartulina con la caligrafía. El hueco en la pared bien se tapa con un Sotomayor.
Y digo yo que está muy feo hacer la pelota a los que mandan y darles títulos y calles: ¡Viva mi dueño! Casi mejor que las calles se llamen como antes: Tinajas, Tabernas, Cordelería, Cortaduría o, en el peor de los casos, calle de la Amargura, que todas existen en la Ciudad Vieja de esta mía que lo es. En el Muros de antaño tuvieron el buen sentido de encargar a una vecina con especial sensibilidad lírica que nombrara las rúas: de la Esperanza, del Sufrimiento, de la Salud, de la Paz, de la luz, de la fuente vieja. Nombres que, como se ve, están más vigentes que nunca.
Méndez nunca debió haber aceptado los halagos y se hubiera ahorrado la humillación de devolver lo que de otra forma parece que le iban a quitar. Pero los aduladores y pelotilleros que en su día le otorgaban oropeles también deberían salir en la primera plana de este periódico. Para que veamos la cara de tontos que se les queda.