Estamos de los nervios. Y a un paso de ser un país de neuróticos y paranoicos. No hay más que hablar con los psiquiatras y con los psicólogos para saber que sus consultas están a rebosar. Los farmacéuticos aseguran que no dan despachado ansiolíticos, sobre todo a los más jóvenes. Y los médicos, que la angustia y la ansiedad se han generalizado.
Jóvenes y mayores. Mujeres y hombres. Empresarios y trabajadores. Autónomos y parados. Jubilados y sin jubilar. Calvos y peludos. El país ha entrado en una dinámica de trastorno por el discurrir de los acontecimientos y por la incertidumbre del mañana. Las cifras nos dicen que vamos de mal en peor. El paro, el consumo, la inversión, el déficit, la prima de riesgo no hacen más que ponernos de los nervios. Y, sin embargo, desde las teles y los periódicos nos aseguran que vamos viento en popa y que de aquí a nada estaremos otra vez nadando en la riqueza.
Pero es sintomática la preocupación de médicos, farmacéuticos y psiquiatras. Están alertando del deterioro de nuestra salud mental. Porque tienen sus consultorios y despachos a rebosar. Y en los que, por cierto, no han visto ni a un duque, ni a banqueros, ni a políticos, ni a tesoreros en dos kilómetros a la redonda. Son los que se salvarán...