Que genere desconfianza un presidente del Gobierno que tiene a su partido inmerso en un grave caso de corrupción y que ha llevado a cabo los mayores recortes de la democracia entra dentro de lo previsible. Un presidente en el que no confían el 81,8 % de los españoles tiene ciertamente un problema grave. Pero que el líder de la oposición a un Ejecutivo que cercena derechos sociales y que tiene su honorabilidad en entredicho suscite todavía más desconfianza que el presidente es algo inaudito. En ese caso, no es que ese líder de la oposición tenga un problema. Es que está directamente acabado.
El panorama que ha dejado el debate sobre el estado de la nación y el posterior sondeo del CIS es altamente inquietante para España. A un país gobernando por un presidente al que no creen la mayoría de los ciudadanos le cabe al menos una esperanza de cambio. Pero si el hombre que encarna esa única alternativa posible es visto como alguien incapacitado para gobernar por más del 85 % de los ciudadanos, como refleja la encuesta, ese país puede entrar en la depresión política.
Alfredo Pérez Rubalcaba lleva más de 30 años ejerciendo cargos públicos. Ha sido vicepresidente del Gobierno. Y si, a pesar de ese bagaje, más del 89 % de los ciudadanos desconfían de él, lo que tiene que hacer es dejar paso a otro socialista que no tenga que estar siempre a la defensiva. Hace tiempo que Rubalcaba, que fue un eficiente cerebro en la sombra para el PSOE, alcanzó su nivel de incompetencia. Se puede ser un buen gestor y hasta un buen asesor cambiando cada día de discurso en función de lo que interese. Pero no se puede ser un líder de la oposición y mucho menos un presidente sin un proyecto de país. Después de tantos años, a Rubalcaba no se le conoce un ideario ni un pensamiento político elaborado. A día de hoy, no se sabe si es un socialdemócrata moderado o un ortodoxo izquierdista. Todo va en función de las circunstancias y de la necesidad de supervivencia.
Rubalcaba estuvo con Felipe González. De ahí se reconvirtió en el principal valedor de un Bono patriotero y antinacionalista. Cuando este perdió contra Zapatero, cambió de de discurso y pasó de inmediato a ser el hombre fuerte de un presidente que definía la nación como algo «discutido y discutible». Pero cuando Zapatero entró en barrena, no dudó en negarlo las veces que hiciera falta para sobrevivir de nuevo y ponerse al mando. Hoy, dedica más tiempo a la inútil tarea de tratar de llegar vivo al 2015 como candidato del PSOE, y a librarse de las trampas que le tiende el PSC, que a liderar la oposición en una hora crítica para España. Cada día que pasa sin que deje el puesto a otro socialista que no esté lastrado por su pasado en el anterior Gobierno, Rajoy se afianza más en el Ejecutivo. Rubalcaba es hoy un lastre para el PSOE. Y es hora de que alguien en su partido se lo haga saber.