Bendita sea tu pureza

OPINIÓN

16 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Si la investigación contra la corrupción se hiciese como yo creo que debe hacerse, y si las actuaciones judiciales fuesen valoradas como complejos procesos de decisión cuyos efectos y consecuencias solo emergen cuando el proceso alcanza un determinado nivel de madurez y se evidencia una base probatoria suficiente, la crisis del Concello de Santiago no sería más que una china en el zapato que el PP podría gestionar de forma incómoda pero razonable.

Pero para eso tendrían que ser imposibles las orgías de tensiones e imputaciones a las que estamos asistiendo; tendría que prohibirse el caprichoso secretismo decretado y mantenido sobre la práctica totalidad de los sumarios que deriva en un oscurantismo procesal incompatible con la cultura democrática; tendría que haber una cierta proporcionalidad entre los registros que se hacen en concellos y domicilios, buscando un papelito, y el absoluto blindaje del que gozó el PP en relación con las contabilidades, nóminas, facturas e ingresos que Bárcenas pudo almacenar, modificar, archivar o destruir sin ningún tipo de cortapisa; y tendríamos que saber por qué el caso Vendex se puso a la cabeza de todos los procesos mientras seguimos sin saber nada, por ejemplo, del gravísimo fraude cometido hace dos lustros en la Confederación de Empresarios de Galicia.

Pero si los juzgados son cada vez más indescifrables, hasta el punto de parecer caprichosos; y los partidos son cada vez más tontos de capirote, hasta el punto de lanzarse los escupitajos del «tú más» que siempre acaban cayendo sobre su propia cara, no puede haber decisiones serenas. En el contexto actual, en el que todos compiten por ser el peor pagado y todos se han lanzado a rezar en público el «bendita sea tu pureza y eternamente lo sea», a los partidos apenas les queda margen de maniobra para gestionar la catástrofe moral, mediática y política en la que están inmersos, y solo pueden escoger entre ser el don Tancredo que asiste al espectáculo noqueado por la vergüenza y la desorientación, o el Terminator papón y musculoso que coge el lanzallamas y, mientras grita como un loco y presume de gimnasio, arrasa con todo lo que se pone a su alcance, como si entre el Apocalipsis y el «Bendita sea tu pureza» solo hubiese un abismo sin alternativas.

Así las cosas, empiezo a creer todo lo contrario de lo que le parece a la gente: que, mientras Ángel Curras tiene un problema personal muy incómodo pero gestionable, el PP de Galicia tiene ante sí un problema terrible, estúpido y vergonzoso del que ya no puede salir airoso. Porque alguien debe tener la culpa de esta catástrofe general, y porque alguien puso el listón a una altura tal que se lo va a comer con los dientes. Porque no estamos ante una plaga de rateros, sino ante un fracaso absoluto de una manera de ser y hacer política.