La primera gran tarea del PSOE

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

16 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

No es difícil entender la tendencia de los militantes de partido a creer que la sociedad está tan preocupada como ellos por lo que acontece en el interior de sus organizaciones. Pero eso no evita que tal tendencia resulte nefasta, pues los efectos sociales del autismo son terribles en cualquier esfera de la vida.

Los militantes partidistas y, de forma destacada, los que han hecho de la política su forma de vivir, están pendientes -con frecuencia, obsesionados- de sus conflictos ideológicos, sus querellas personales y los dimes y diretes sobre quién sube y quién baja en el organigrama de esas empresas de colocación que son también, aunque no solo, los partidos. Pero -seamos claros- a la mayoría de la población esas luchas intestinas no solo le importan un pimiento, sino que incluso le molestan, en la medida en que parece de mal gusto que quienes dicen militar por vocación de servicio estén en realidad preocupados por lo suyo. El PSOE tiene un conflicto interno muy agudo, como es normal en una fuerza política que acaba de sufrir varios batacazos electorales sucesivos. Pero si quiere de verdad salir de ese atolladero no tiene otro remedio que dejar de mirarse al ombligo y comenzar a articular un mensaje alternativo a quien gobierna en cada sitio. Sé bien que eso es más difícil de hacer que de decir, pero ¿dónde está escrito que la política sea cosa fácil?

Un mensaje alternativo no es un recetario de exabruptos, ni de insultos, ni de propuestas demagógicas. Para eso ya está IU en el conjunto de España y las otras fuerzas antisistema, como la que lidera Beiras en Galicia. Esas fuerzas pueden permitirse las simplezas, el más rampante populismo y sustituir las propuestas de solución por eslóganes ramplones, pues nunca tendrán que gobernar.

Pero el PSOE es un partido de gobierno y quienes votan socialista -como quienes votan al PP- exigen que sus propuestas sean algo más que un conjunto de engañifas para incautos.

De hecho, Rubalcaba, Pere Navarro o Pachi Vázquez han podido comprobar cómo con esas engañifas no se va a ninguna parte. O, mejor, sí se va: a engrosar el saco de los que creen que así se puede hacer política. Por eso, cada vez que un dirigente socialista critica sin matices los ajustes del Gobierno, proclamando esa tontería de que el PP quiere acabar con el Estado de bienestar, es probable que disminuyan los apoyos al PP, pero no para aumentar los de los socialistas sino los de quienes compiten con ellos por su izquierda. Esa es, por tanto, la primera gran tarea socialista: centrar, en los modos y palabras, una oposición que, como es bien palpable, no está hoy beneficiando a quien la hace sino a quienes ven así legitimada su política del todo o nada. Política que no debería ser jamás la de un Partido Socialista digno de tal nombre.