Corrucracia

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

14 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La avalancha en lo que va de año es apabullante: los enchufes y contratos a dedo de Baltar, la financiación ilegal del partido de Duran i Lleida, las nuevas revelaciones sobre Urdangarin que salpican a la Corona, los negocios turbios de la familia Pujol, el fichaje del imputado Rato por Telefónica, el pelotazo de Güemes en la sanidad madrileña. El 2012 acababa con otro escándalo mayúsculo, la detención de exjefe de la patronal Díaz Ferrán. A la espera de juicio están los casos Gürtel, ERE de Andalucía, Campeón, Fabra, Pokémon, los que le restan a ese plusmarquista de la especialidad ya condenado llamado Matas, y tantos otros. Episodios diferentes y de distinta importancia que afectan, en mayor o menor medida, a los partidos que tocan poder, pero que coinciden en provocar la indignación y la desmoralización de los ciudadanos, cada vez más hartos de corrupciones y corruptelas. Así lo señalan las encuestas, que muestran también el creciente y alarmante desprestigio de los políticos y de la mayoría de las instituciones. Más de 300 políticos están imputados por corrupción, muchos de los cuales siguen en sus puestos, cobrando sueldos públicos, ante el tancredismo de sus partidos. Pero esta lacra no solo afecta a la política, sino también a las instituciones, como se ha visto con las actuaciones de Dívar, Díaz Ferrán, Mafo, el yerno del rey o los directivos de las cajas. Sumar a las crisis económica y territorial sin precedentes, la institucional y la política da como resultado un cóctel explosivo que amenaza la propia democracia. Además, la impresión cada vez más generalizada es que lo que se conoce es solo la punta del iceberg de un enorme fraude al ciudadano.