El centenario de Menéndez Pelayo

Ramón Irigoyen
Ramón Irigoyen AL DÍA

OPINIÓN

06 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Celebramos este año el primer centenario de la muerte de Marcelino Menéndez Pelayo, a quien el sevillano Luis Cernuda llamó en un poema «el español henchido por sus dogmas». Es verdad que Menéndez Pelayo, un historiador de nuestra literatura y crítico literario de primerísimo nivel, ha sido uno de los españoles que con mayor ahínco ha defendido los dogmas del catolicismo. Y eso le fue muy rentable en esta vida. Si visitamos la Biblioteca Nacional de España, en la entrada de la sala de lectura nos topamos con una estatua dedicada a él de un tamaño tan descomunal que parece erigida en honor del titán Prometeo. Si nos acercamos al Retiro madrileño, la avenida que, en su día, le dedicó el Ayuntamiento de la villa y corte, por su amplitud y nobleza, bien podría estar dedicada al mismísimo rey Felipe II. Menéndez Pelayo fue un lector tan bulímico y sagaz que nos obliga a sentir por él la más total simpatía. Entre sus miles de páginas brillantes, su Historia de los heterodoxos españoles es prodigiosa. La agilidad de su soberbia prosa es vertiginosa. En el genial equipo de prosistas del bum hispanoamericano -García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa?- ninguno de ellos, ni de lejos, gasta una prosa tan ágil. En el siglo XIX solo Bécquer escribe una prosa mejor que la de Menéndez Pelayo, que, por tanto, también escribe con más agilidad que Clarín y Pérez Galdós.