La tormenta de Obama, el tormento de Romney

Tomás García Morán
Tomás G. Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

03 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Washington ha vivido mil tormentas. También en la ficción. Hemos visto tantas películas con el inquilino de la Casa Blanca en el papel de actor principal, enfrentándose a los vaivenes de la meteorología, los ataques terroristas o incluso a la amenaza alienígena, que ya no nos sorprende que la presidencia de EE.UU. (y la gobernanza mundial) dependa del rumbo y la intensidad de un huracán. Y así parece haber sido. Si el Sandy hubiera cambiado de trayectoria o se hubiera quedado en un simple temporal, Romney habría acabado de apuntalar uno de sus grandes argumentos de campaña: que Obama no es más que un radical izquierdista y derrochador, que tiene a medio país comiendo de la sopa boba y que acosa al otro medio con métodos tan sibilinos como el de meter en sus billeteras una tarjeta sanitaria que ataca las libertades individuales.

En cambio, la virulencia del Sandy, y su inevitable comparación con lo ocurrido con el Katrina, le han dado un respiro a Obama. Nadie lo podrá acusar de haber exagerado con los medios destinados a prevenir una gran tragedia, y muchos estadounidenses habrán reflexionado sobre las ventajas que supone tener detrás un Estado que se hace cargo cuando el individuo es arrasado por la fuerza de la naturaleza, por mucho que ese individuo se haya hecho a sí mismo subiendo los escalones del sueño americano.

Nunca sabremos qué habría ocurrido sin la irrupción del Sandy. De lo que sí hay constancia es de que, pese a haber sido el presidente que inició la recuperación económica, que consiguió matar a Bin Laden, que puso en marcha una reforma sanitaria histórica, Obama ha llegado al tramo final de la campaña empatado con un rival mediocre. La principal razón es que una parte del electorado que lo aupó al poder, sobre todo gente joven, no ha visto en la Casa Blanca a aquel hombre brillante y cercano que los ilusionó hace cuatro años y cuyo espíritu recuperó Michelle Obama en su discurso en la convención demócrata. Al contrario, ha sido un presidente distante, desconectado de la América que lo votó, atenazado por los villanos de Wall Street que nos llevaron adonde estamos.

Enfrente, Romney, político poliédrico. O virachaquetas. Lleva meses huyendo de sí mismo. Para superar al ala más fanática del partido republicano tuvo que esconder debajo de la alfombra sus años de gobernador de Massachusetts, el estado en el que, entre otros hitos, instauró la sanidad universal con una reforma que ahora le ha copiado Obama. Cuando lo consiguió, retomó el camino de vuelta hacia el centro, e inició una remontada culminada en los debates electorales, en los que el carisma de Obama pareció esfumarse definitivamente, de no ser por el Sandy.

Decidirá Ohio, como siempre. Y casi seguro ganará Obama, que hace tres años rescató al sector del automóvil (uno de cada ocho empleos en Ohio) con miles de millones de las arcas públicas. El resultado es que a las plantas de la General Motors ha vuelto el segundo turno y el paro ha caído en el estado al 7 %. Merkel ha cerrado todos los grifos, pero Obama ha preferido abrir caudal público para estimular la economía y ha conseguido engrasar la maquinaria mientras Europa sigue dramáticamente atascada. Otro aval para el demócrata. Esa otra tormenta que ha capeado Washington.