Los cuatro jinetes del Apocalipsis

OPINIÓN

04 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Desde que somos un país laico e ignorante de la cultura que nos fundó, y hemos cambiado las películas de Bergman por las trapalladas de Bruce Willis, la conversión del Apocalipsis en sinónimo de catástrofe parece inevitable. Y hasta es posible que haya muchos españoles -¿la mayoría quizá?- que no hayan oído hablar del Séptimo Sello, ni de los Cuatro Jinetes, ni sepan que el Apocalipsis no es el incendio arrasador que produce Bruce Willis antes de detener al malo, sino una profecía sobre la purificación del pueblo de Dios, que, aunque camine en medio de tribulaciones sin cuento, siempre prevalece, en su forma eclesial, sobre todas las asechanzas.

Por eso es adecuado comparar lo que está sucediendo estos días en España con ese momento en el que el Cordero -dotado con siete cuernos y siete ojos- va rompiendo los sellos del pergamino que encerraba el futuro, y libera a los famosos Jinetes (la guerra, el hambre, la muerte y la victoria), como si el evangelista san Juan quisiese dejar sentenciado que solo se llega a la victoria y a la exaltación por el camino del dolor. Y fue a través de esta comparación -que yo hice sin mucho dramatismo, mientras tomaba café y leía el periódico- como decidí a romper los sellos del pergamino que tiene Rajoy -«el que está en el trono»- y empecé a liberar a los jinetes más relinchones de nuestro actual apocalipsis.

Cuando rompí el primer sello salió el caballo blanco -la deuda-, cuyo coste financiero amenaza con convertir en pura filfa cualquier presupuesto que se redacte al sur de los Pirineos. Cuando rasgué el segundo sello, y liberé al caballo rojo, vi al jinete del desempleo, que, a pesar de tener a dos millones de parados sin ninguna atención, obligará a pedir un crédito de 2.000 millones de euros para hacer frente a las prestaciones de este año, y puede que entre 4.000 y 5.000 millones para el año 2013.

Con el tercer sello liberé al caballo negro -el de la hambruna- sobre el que cabalgaba el jinete de las pensiones, que ya no podrán pagarse si ir al fondo de reserva, y que nos conminan a un tajo inexorable para el que el Gobierno no tiene cerebro de estratega ni brazo de guerrero. Y con el cuarto sello, que liberó al equino bayo, salió a galopar la crisis bancaria -la muerte con rostro opulento-, cuya trompetería anuncia un tiempo de grandes cataclismos económicos y sociales, relevos políticos y ceguera estratégica.

Con tales jinetes cabalgando sobre la tormenta, no hacen falta separatismos, recortes, huelgas, ERE o recesiones para sentir la infinita orfandad del sistema, mientras esperamos que vengan a rescatarnos -«Deutschland, Deutschland, über alles!»- de tanta tribulación. Porque si lo de san Juan funciona para la Iglesia, que resurge siempre, también puede funcionar -para España- lo de Merkel, que por allá se anda con san Juan.