D a la impresión de que muchos de nuestros políticos están convencidos de que lo más rentable para obtener el voto de los ciudadanos es apelar a sus intereses materiales. Y se equivocan, como bien podría explicarles cualquier sociólogo acreditado. Porque el voto que finalmente emite el ciudadano cuando le toca no se decide tan solo por unas expectativas económicas, sino por todo un conjunto de motivaciones emocionales ancladas en el fondo de su mente.
Por eso no basta con prometer bienestar para todos los ciudadanos, como hace la coalición Izquierda Unida, porque en la decisión intervienen factores de credibilidad, sentimientos y afectos. Si quisiésemos simplificarlo mucho -quizá demasiado- diríamos que en realidad quien vota es nuestra cosmovisión.
¿Y qué es nuestra cosmovisión? No es una consideración particular o puntual sobre algún hecho o realidad, o sobre su funcionamiento, sino una idea de la estructura del mundo basada en principios, paradigmas o modelos preconcebidos.
Por eso tanta gente persiste en su voto, aunque muchas otras cosas cambien a su alrededor, entre ellas las propias promesas electorales. Así se explica que otorguen su voto a fuerzas políticas afines o que cambien de voto por sentir que esa afinidad se ha quebrantado o fue traicionada. En este punto es donde cobra más importancia la labor de analistas y sociólogos. Porque la explicación y presentación de la realidad es clave para mantener o perder el apoyo popular. Rodríguez Zapatero lo perdió por negar una crisis económica que ya veía todo el mundo. Y Mariano Rajoy aún no lo ha perdido porque, a pesar de los muchos cambios introducidos en su discurso, la mayoría no se está sintiendo esencialmente engañada por él. Algo que, como es natural, podría cambiar en un futuro más o menos próximo.
¿Significa esto que el Gobierno tiene carta blanca para hacer reformas y recortes? No, porque su apoyo social dependerá de cómo sean percibidas y aceptadas sus medidas por parte de la cosmovisión predominante. Personalmente, creo que hay indicios claros de una demanda de acuerdos entre nuestras principales fuerzas políticas para superar la crisis.
Harían bien nuestros políticos en estar muy atentos a esta creciente inclinación.