Los funcionarios, nuevos indignados

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

20 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

A fecha de hoy, los funcionarios son el único colectivo organizado contra los recortes. Desde que se anunciaron las últimas medidas, este país dio señales de irritación -cabreo, dijimos hace días-, pero es una irritación callada, que se aprecia básicamente en conversaciones privadas. Los funcionarios salen a la calle. Protestan en manifestaciones y cortes de tráfico. Ayer llegaron a paralizar núcleos importantes de las ciudades gallegas. Se hicieron visibles en el entorno del Congreso. Y fueron protagonistas en las manifestaciones de última hora en ochenta ciudades españolas. Los hasta ahora dóciles servidores públicos son los nuevos indignados.

Confieso que tengo el corazón partido ante su rebelión. Los justifico porque son el colectivo laboral más castigado cada vez que el Estado se encuentra con una dificultad económica. Cuando no les congelan el sueldo, se lo rebajan. Y cuando aparece un vacío de dinero en las arcas de Hacienda, se busca el sistema para que ellos lo llenen más que nadie. Y así, en esta oleada de ajustes, se les niega la paga de Navidad, con una vaga y confusa promesa de reintegración dentro de tres años en forma de fondos de pensiones, si la recuperación económica lo permite.

Si estuviese en su lugar, me sumaría a la protesta con un grito: ya está bien de usar la autoridad con los colectivos más dóciles. Para meterles la mano en la cartera solo hay que tener el Boletín Oficial del Estado. Y me sumaría, además, por los agravios que acompañan a la medida: esas declaraciones (en una ocasión del propio secretario de Estado de Administraciones Públicas, señor Beteta) de ser poco menos que unos parásitos, que van a la oficina a tomar café y hacer el crucigrama. Me apresuro a decir que entre los trabajadores públicos existe el mismo porcentaje de vagos y esforzados que en la empresa privada. Lo más injusto que se puede hacer es generalizar las calificaciones y su contrario.

Pero creo, al mismo tiempo, que las medidas salariales no son peores que las sufridas por los demás trabajadores, que las aceptan por salvar su empleo y el de sus compañeros. Ténganlo presente quienes tienen su puesto de trabajo asegurado. Y creo que quitar por una vez la paga de Navidad es un castigo injusto; pero pequeña cosa ante los cinco millones de parados que no tienen ninguna paga, ni ordinaria ni de Navidad. Confieso que no sé resolver esta contradicción, pero miren ustedes: puestos a estar jodidos, como dijo la famosa diputada, lo estamos todos, aunque unos bastante más que otros. Con lo cual, respaldo a los funcionarios en su protesta. Pero no olviden que hay muchísimos españoles, más que funcionarios, que se levantan por la mañana sin saber cómo van a comer.