¿Vuelve la socialdemocracia?

Leoncio González

OPINIÓN

07 may 2012 . Actualizado a las 10:10 h.

Es el séptimo dirigente europeo que pierde el cargo en las urnas desde que empezó la crisis y el noveno si se incluye en la lista a Berlusconi y Papandreu, apartados del poder por golpes tecnocráticos. Sarkozy se extingue engullido por esa ley no escrita que ha ido devorando a casi todos los que estaban al mando del continente cuando el capitalismo sufrió la trombosis financiera que aún lo aqueja.

Lo que sucede es que hasta ahora los grandes damnificados por esa maldición eran los partidos de centroizquierda, que, al perder tres de cada cuatro elecciones desde el 2007, entregaron la dirección de Europa a los de centroderecha. Sin embargo, Sarkozy es el segundo conservador que cae en poco tiempo tras la derrota de Lars Lokke Rasmussen en Dinamarca. Esto sugiere que la tendencia se puede estar invirtiendo y señala, al mismo tiempo, la aparición de un contrapeso socialdemócrata que el continente no puede ignorar.

El resultado es el castigo a una campaña errática en la que Sarkozy desertó del centro político y se escoró hacia la ultraderecha, en un intento más desesperado que meditado por repetir el milagro de hace cinco años, cuando logró conquistar los votos del Frente Nacional. Pero su fracaso no se puede reducir a eso. Existía una sarkofatiga de fondo, fruto de su personalidad arrogante y llena de aspavientos. En parte hartazgo por su inmoderada atracción por el mundo del lujo y el dinero, en parte decepción por su incapacidad para detener el declive de Francia en Europa y el mundo, se tradujo en un sentimiento de rechazo tan extendido que incluso lo privó del apoyo de sectores de su propio bando ideológico.

Si se juzga por el programa con que se presentó Hollande, su victoria significa que recibe un mandato a favor de la redistribución de la riqueza y la lucha contra la desigualdad antes que por la ganancia de competitividad de la economía francesa a través de nuevas reformas de signo liberalizador. Pese a su carácter ajustado, el triunfo es un ejercicio de higiene democrática casi obligado después de 17 años de dominio ininterrumpido del gaullismo y tendrá repercusiones a escala nacional, donde se abre la batalla por la sucesión dentro de la UMP y se avecina un choque de trenes entre este partido y el de Marine Le Pen por la recomposición de la derecha.

Pero a los europeos les importan mucho más las secuelas que tendrá más allá de Francia. El finiquito a la pareja Merkozy augura un período de disputas dentro del eje franco-alemán a propósito de las normas que deben regir la eurozona en el futuro y es una inyección de moral para la izquierda europea, ya que puede haber encontrado la salida al invierno de su declive mirando a París.