Una huelga para la melancolía

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

10 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

L as preguntas fundamentales son: 1) ¿Merece una huelga general la reforma del mercado de trabajo? 2) ¿Es legítimo un desafío tan radical a un Gobierno que no ha cumplido cien días en el poder? 3) ¿Se percibe voluntad popular de dar un escarmiento al Gobierno, o es un capricho sindical? 4) ¿Quién se juega más en el desafío, el Gobierno o los sindicatos? 5) ¿Tendrá consecuencias políticas este pulso? Y 6) ¿Se conseguirá algo, algún retoque de la norma, si el seguimiento de la protesta es masivo? Mis respuestas son las siguientes:

1.- Si hay una decisión política que merece la respuesta de una huelga general es la que cambia el modelo de relaciones laborales. En este caso, más, porque el cambio es sustancial. Lo ilógico sería que los sindicatos callasen. Su silencio equivaldría a un respaldo que, objetivamente, no pueden dar a la reforma. Aunque la entiendan.

2.- El argumento del período de gracia del Gobierno es ineficaz. Si los ministros hacen su propia propaganda diciendo que en ocho semanas han hecho más reformas que Zapatero en ocho años, también en ocho semanas puede recoger más premios y protestas que ZP. Las quejas se acomodan a las acciones, no a calendarios de teoría política.

3.- Los sondeos de opinión indican que la reforma no gusta a la mayoría de la sociedad. Sin embargo, no se perciben ganas ni de castigar al Gobierno ni de paralizar el país. Los ciudadanos con empleo están en conservar su puesto de trabajo. Los parados, en recuperarlo. Hay un acuerdo resignado en aceptar que se vive un pésimo momento, pero todavía no se hace culpable a Rajoy.

4.- Si la huelga es un éxito, el Gobierno se juega cierta legitimación, pero sin consecuencias. Felipe González ganó en 1986 por mayoría absoluta tras la mayor huelga general que se hizo en este país. Si es un fracaso, los sindicatos sí sufrirán desgaste, fuerte crítica de la opinión publicada y aumento de la pena de tertulia por su silencio ante la escalada del paro. Méndez y Toxo se juegan prestigio social.

5.- La principal consecuencia política será ahondar la división entre derecha e izquierda. Quizá deteriore el diálogo entre Rajoy y Rubalcaba. Y veremos cómo repercute en las elecciones de Asturias y Andalucía, donde el clima de agitación se mezclará con la campaña electoral.

Y 6.- Aunque España se paralice, no habrá reforma de la reforma. Rajoy no la puede aceptar. Ceder ante la presión social sería confesar debilidad ante los mercados y los Gobiernos de Europa. Para ser creído en los límites del déficit, está obligado a demostrar una gran fortaleza. La tiene; pero si no la tuviera, la tendría que inventar. O sea, que esta va a ser una huelga para una gran melancolía. Eso es lo que nos quedará.