El hundimiento de la educación

Xosé Carlos Caneiro< / span> EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

06 feb 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

M e ha resultado agradable escuchar esta semana al neoministro educativo, que lleva en la mochila Cultura y, como un cilicio, Deportes (quisiera uno saber quién ha tenido la infeliz idea de mezclar las churras con las merinas: en ideas carpetovetónicas no hay quien nos supere). Me ha agradado el neoministro, sus propuestas transgresoras, pues transgresión es quitarnos de encima la banalidad a la que en treinta años las leyes socialistas nos habían sumido. Y digo socialistas porque eso es lo que hemos tenido, leyes ideológicas, muy de la ciudadanía votante, pero tan insulsas de contenidos que nos han llevado a donde estamos: trigésimos en materia educativa (dice el informe PISA). Se han lapidado el esfuerzo, la disciplina, el trabajo, la obediencia, las jerarquías: porque eran muy de derechas. Y fue mejor permitir que los rapaces superasen cursos concatenando suspensos. La educación la han fundido los socialistas, lo digo bien alto. Ellos, a los que tanto se les llena la boca con la cultura y la educación, han sido sus peores enemigos; el ínclito Zapatero ha vuelto a ponerla en su boca el viernes, politiqueando, burdo y sobreactuado. Han igualado por debajo el nivel educativo, han hecho de los peores paradigma y a los mejores los han acomplejado; por ser mejores, paradójicamente. La formación profesional la han marginado y han querido que se llenasen las universidades sin saber muy bien con qué. Hablo de conocimientos, marchamo humanista, luces. Ahora el neoministro parece querer darle la vuelta a todo esto. Ojalá.

El 20 de noviembre del 2006 mi artículo se titulaba: El hundimiento de la educación. Gobernaba el socialismo en España y en Galicia. Alerté entonces de los peligros que corríamos. Grité, una vez más, en el desierto. España ha vivido de espaldas a lo que verdaderamente la define, prestigia y expande: la cultura y la altura intelectual. Ha elevado a la cúspide a los adláteres, no a los eximios. Ha laminado a los discrepantes con lo políticamente correcto.

«Nada puede crecer y nada puede hundirse tan profundamente como el hombre» leo en el Hiperión. Los que han dictado nuestra legislación educativa (treinta años de leyes socialistas) tenían que leer a Hölderlin.