De bucaneros y corsarios

Ramón Pernas< / span> NORDÉS

OPINIÓN

21 ene 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Í bamos bien. Vivimos una década prodigiosa residiendo en la Arcadia. Fuimos felices, o casi; de los árboles colgaban billetes de veinte euros que eran fotografiados en Ecuador o Rumanía, provocando un éxodo que desembarcaba en el Edén español, en las proximidades del paraíso. Llegamos a tener más de cinco millones de emigrantes, tantos como el actual número de parados. Llenamos todos los aviones de salida para disfrutar en Punta Cana, en la Ribera Maya, Santo Domingo o París, la semanita vacacional. Praga era un parque temático para españoles adultos, y en los cruceros por el Mediterráneo se hablaba únicamente en español.

Multiplicamos los panes y las baguetes, los peces y el salmón ahumado y convertimos el agua en Vega Sicilia. Contaminamos con hormigón toda la costa, y sembramos campos de golf como quien siembra trigo.

Los bancos hacían cola en los call center para ofrecernos créditos en una espiral sin fin, comulgamos con euros de molino y aquí fue Jauja y después fue gloria.

Pero el castillo era de arena, y con naipes levantamos una torre que se desmoronó jugando al Monopoly.

Era todo mentira, fue un sueño, una pesadilla para un país que nunca existió. Se acabó la fiesta y se descolgaron las luces y se desmontó el escenario.

Y llegaron los corsarios, con la patente de corso otorgada por la Unión Europea y la señora Merkel, y saquearon nuestros sueños, mientras los bucaneros ahumaban las reses en los fogones de Standard & Poors, de Moody?s o de Fitch antes de convertirse en filibusteros y organizar la cofradía de los Hermanos de la Costa.

Lehman Brothers enarboló la bandera negra y todos los piratas unidos enfilaron las proas de los barcos de la recesión y del paro hacia nuestros puertos que un día fueron seguros.

Y nos encontraron durmiendo plácidamente, víctimas de un sopor de cuando siempre fue verano. Despertamos sobresaltados, conscientes del capricho goyesco de un sueño de la razón que produce monstruos.

Los bancos reclamaron su botín y llenaron las bodegas de morosidades hipotecarias mientras cerraban las ventanillas, subrayando un perpetuo vuelva usted mañana a la manera de Larra.

Seguimos asustados, temerosos, víctimas de un pánico consecuente aguardando que la tropa del corso nos pase por las armas blandiendo su sable colectivo sobre nuestros cuerpos. Estamos rodeados. Continuará?