El cuarto vacío de Marta

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

15 ene 2012 . Actualizado a las 10:34 h.

A costumbro a escribir los domingos de política. Es una habilidad ajena a mi formación intelectual, lo admito, pero golosa y atrayente. Mejor sería redactar desde mi ánimo literato: las cosas que nos tocan la piel; a veces de hielo, a veces de añil dulce ocaso. Este domingo voy a romper la práctica de romperme las letras, una por una, frente a partidos, partidistas y partidarios. Romper hábitos es un modo, también, de quebrar la rutina que nos lleva a repetirnos tantas veces. Lo hago cuando tenía escrita otra columna; pero antes de enviarla al periódico, negándome, me dije para qué. Para qué otra vez lo mismo. Quizá hoy sea necesario obviar la sucesión en el PSOE, o los ajustes económicos, o este gallego país pequeño, de tirios y troyanos, que llega a odiarse a sí mismo y a quererse al mismo tiempo, ensimismado.

Hoy me duelen las palabras. Y, retórico, me empujo a preguntarles si son padres o madres. Si perciben este absurdo, agigantado hasta devorarnos. Hace años me dijo un viejo maestro que escribiese lo que escribiese no dejase de escribir lo que siento. Lo he hecho siempre. Hoy, más. Siento pena. Y repugnancia. Siento la condición del género humano deshaciéndose en jirones al conocer, perplejo, la sentencia del caso Marta del Castillo. He pensado en todos los que la querían y la quieren, todavía. He pensado en el sistema que permite que la Justicia sea injusta. Su madre y su padre no tienen ni siquiera una sepultura a la que rezarle. Solo su fotografía y el vacío de un cuarto asolando el alma.

El autor del crimen ha sido condenado a veinte años. No pagará los 616.319 euros que costó la busca del cuerpo. No lo han condenado por violación, no tenían pruebas. Tampoco había pruebas de que otros secuaces, excepto un tal Cuco, colaborasen con él. Ni pruebas que incriminasen a otros cómplices. Por no haber, no hay ni siquiera un cadáver.

Cualquier día se encontrarán los padres de Marta con los que mataron a su hija tomando algo en el bar de la esquina. Qué sentirán. Cómo decirles que la España democrática es un país que tiene garantizados los derechos más elementales, entre ellos la aplicación recta y cabal de la ley. Dicen los juristas que la ley se ha aplicado, pero ustedes y yo sabemos que es mentira. España con su ley se ha roto con este caso de asesinato sin cadáver. Este caso sin decoro, ultrajante y abyecto. Reniego de esta Justicia que permite lo que hemos vivido: burlas, mojigangas, embustes. Reniego de todos los sospechosos que han declarado al unísono, y de sus abogados (sí, soy capaz de escribirlo). Este país ha salido de la sentencia de Sevilla embrutecido y bárbaro.

No puedo dejar de pensar en ella, en sus padres: el cuarto vacío de Marta. Quizá hubiese sido mejor ser hoy el de todos los domingos. No hablarles, digo, de tanta tristeza. Discúlpenme.