Galicia ilegal

| XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS |

OPINIÓN

28 feb 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

TENDRÍAN que volver Os Resentidos para actuar como notarios de la nueva realidad gallega y, en vez de utilizar el eslogan del conselleiro Suárez-Vence para crear la letra de su célebre Galicia caníbal -«Doa os teus riles: un ril á merenda. Doa os teus riles: outro ril á cea»-, montar sobre nuevas bases un tema que bien podría titularse Galicia ilegal. Si Antón Reixa la quiere, aquí tiene una letra tan friqui como actual: «Vigo ilegal, hai que derrubalo. Ferrol ilegal, repoñamos o cabalo. Chantada ilegal, quitemos os muíños nos que zoa o vendaval. Barreiros ilegal, parémolo todo. Nigrán un barullo, metámolos no trullo. Vilagarcía da carraxe, cun río nun garaxe. Ponteareas ilegal, tunda-tachunda. Sada ilegal, tunda-tachunda. E Tui, e Fisterra, e Camariñas, tunda-tachunda¿ Menos Ence e Meirama, e quizais a catedral, toda Galicia, meu Deus, resulta ilegal¿ ¡Fai un sol de carallo!». Así, de broma, porque más vale reír que llorar. Mirando cosas que tienen arreglo, porque si vamos al fondo, y nos ponemos divinos, quizá no encontremos nada que sea conforme a la ley. Y por eso ha llegado la hora de preguntarnos qué pasa en un país que, llenándose la boca a diario con el Estado de derecho, que es la jaculatoria más manida y maltratada de la política española, resulta que nadie sabe dar una licencia legal, que no hay una sola subvención ajustada a derecho, y que lo único que no contradice la ley es aquello que no existe o que es observado con el requisito formal de la vista gorda. La situación empieza a ser alarmante, y bien pudiera decirse que vivimos en un país dividido en dos partes: una que es ilegal, y que hay que desmontarla; y otra que no sabemos si es ilegal, porque desde el principio hemos convenido -ciudadanos, jueces, fiscales y políticos- en actuar como cómplices y mirar para otra parte. Lo malo de este panorama es que, más allá de sus males intrínsecos, está fomentando un modelo de gobernación mucho más pagado de la indecisión y de la inactividad que del impulso de cambio y que, mientras los partidos se entretienen en demostrar la enorme cantidad de gazapos cometidos por los otros, cientos de decisiones que son importantes para la actividad económica y social están aparcadas en el limbo de los justos (que -igual que Batasuna- ya no existe). Pero a la hora de las explicaciones es evidente que los gallegos, políticos y ciudadanos, no podemos tener tanta querencia por la ilegalidad, y que esta proliferación de chanchullos sólo puede responder al hecho de que la realidad física y social camina por una vereda, mientras la legislación, propia o ajena, discurre por otra. Y que en medio hay un abismo insondable que nadie sabe arreglar.