Una tregua más

OPINIÓN

11 feb 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

EL PEOR enemigo que han tenido siempre los palestinos han sido ellos mismos. Su proverbial indisciplina, la facilidad con la que se exaltan, su incapacidad para aunar esfuerzos en un proyecto común, lo rápido que resulta manipularlos no son sino el resultado de combinar su idiosincrasia con una variedad de nefastas influencias exógenas. Las difíciles circunstancias en las que vive su población, con un crecimiento demográfico muy elevado y muy encerrada en sí misma, la impotencia con la que se enfrentan a un enemigo que no duda en provocarlos a sabiendas de su irascibilidad, deberían de haberles hecho aprender que la unión hace la fuerza, sin embargo, no ha sido así. En lugar de avanzar, se empeñan en tropezar una y otra vez en la misma piedra. Si con la muerte de Arafat se abrió camino la esperanza de que se pudiera solucionar el conflicto palestino, el resultado electoral de enero del 2006, que dio la victoria a Hamás, sólo ha agravado la división entre facciones. Enfrentados de forma sangrienta los seguidores de Al Fatah y Hamás a raíz de la bancarrota de la Autoridad Palestina por la congelación de los fondos con los que se pagan los salarios a los funcionarios, con las ascuas, todavía humeantes, de la invasión del Líbano por parte de Israel del verano pasado, con la última provocación judía al iniciarse una serie de obras en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, la guerra civil en Irak y el posible ataque a Irán, los vecinos, se han visto obligados a intervenir temerosos de que los conflictos se extiendan a sus países. El debilitamiento de la mediación egipcia, la continua injerencia de Siria en el Líbano que lo inhabilita para actuar como un negociador con credibilidad y la escasa capacidad de maniobra de Jordania han reforzado la posición de una Arabia Saudita que observa con preocupación el crecimiento de la influencia chií en un entorno, hasta ahora, predominantemente suní y el aumento de terroristas en su territorio. Sin embargo, el Acuerdo de la Meca propiciado por los saudíes y firmado in extremis esta semana para repartir ministerios y poder en Palestina a cambio de unidad no tiene visos de durar. Dada la rivalidad, es de temer que sólo sea una tregua más.