Tráfico en Navidad

OPINIÓN

23 dic 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

EN EL TRÁFICO -al igual que en tantos aspectos de la vida humana- durante el tiempo de Navidad, marchan juntas alegrías y sinsabores. La historia de años anteriores -cuando menos en nuestra tierra- muestra un notorio crecimiento de los índices de accidentalidad, seguramente por la conjunción de unas cuantas circunstancias en relación con el uso torpe del automóvil o con el tránsito desatento del peatón. Junto a las potenciales incidencias de la climatología adversa, está la multiplicidad de cortos desplazamientos para la celebración del reencuentro entre familiares y amigos, están las continuas idas y venidas a las áreas comerciales de los centros urbanos y de su entorno, están los viajes reiterados de jóvenes a unos y otros centros de diversión y está también la influencia de la bebida alcohólica, larvada o manifiesta, que presta euforia y falsas sensaciones de seguridad porque los mecanismos de la atención se devalúan y los mandatos de la intelección a la motricidad se lentifican. En este ambiente singular, el espectro del accidente aguarda su turno en cualquier hito de cualquier camino. Es un marco singular para que el tráfico enseñe su cara amarga, la paradoja del automóvil y de su doble faz: la faz que ofrece junto a la faz que amenaza, a la espera de negligencias. Siempre -más en estos días- quiere uno que los malos presagios para el tráfico se diluyan en el aire, siquiera como pago del precio por el ejercicio de la prudencia bien entendida. Y es que en calles y carreteras nada tiene que ver ese ejercicio con apocamientos, inhibiciones, con falsas astucias. Tal ejercicio es el arte de prever, de prevenir, de proveer, ver antes, anticiparse al peligro antes de que su invisible zarpazo nos desgarre. No es fácil virtud la prudencia -bien llamada la virtud de la inteligencia- en los avatares cotidianos del tráfico, pero es arma de la mejor condición ante la inseguridad vial siempre latente. Y, para terminar, precisamente por la práctica de la prudencia, acéptese el deseo de una Navidad sin accidentes de tráfico, para todos los usuarios de los infinitos caminos gallegos.