Bicicletas y ciudades

| GONZALO OCAMPO |

OPINIÓN

30 oct 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

LA BICICLETA ha sido un medio de transporte importante en las décadas primeras del siglo XIX, hasta la irrupción de los vehículos de motor en la vida comunitaria, a partir de la segunda década del siglo XX. Después, en la década de los setenta, vuelve un claro auge ciclista, favorecido por la progresión técnica de la bicicleta. La popularizan y ensalzan grandes competiciones deportivas y, por su versatilidad, es medio para un ocio plural y amable. Es en esa década de los setenta cuando se advierten signos que rebajan la calidad de vida, entre la crisis energética, la degradación o contaminación ambiental y el exceso de motorización. Así, el tráfico toma rumbos de inseguridad y de incomodidades; el automóvil todo lo ocupa, en detrimento de la primacía de la persona que camina. Toda población se transforma en un inmenso almacén de vehículos de motor abierto al cielo y de ahí los afanes por la sostenibilidad, por calmar el tráfico. Se han dejado crecer sin medida los parques de vehículos, pero faltan viales para su marcha fluida y áreas exclusivas para su albergue. No extrañe entonces que en tal marco, socialmente insatisfactorio, se plantee cíclicamente la opción por la bicicleta como alternativa -siquiera parcial- para los desplazamientos urbanos. Una resolución del Parlamento Europeo de 1986 incluye la bicicleta como medio de locomoción que debe tenerse en cuenta en las políticas de tráfico y de transportes. En 1989, el comisario europeo de Transporte apuntaba a la conveniencia de construir infraestructuras que tuviesen en cuenta las necesidades ciclistas. En España, en el año 2001, se modificaba la normativa legal en esta materia tratando de mejorar la seguridad en la circulación de ciclos y de integrarlos en el tráfico urbano. Todo parece cabal, pero es necesario valorar los severos condicionantes urbanos del ciclismo, como la topografía del territorio urbano y los factores climáticos de cada lugar. Cualquier plan de futuro debe comenzar por la planificación del suelo, con disponibilidad de vías para bicicletas, carril bici, pista bici, acera bici y hasta itinerarios y rutas ciclistas. Es lo menos que requiere la fragilidad conjunta de bicicleta y conductor.