Antisemitismo e impunidad

| ANXO GUERREIRO |

OPINIÓN

27 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

EL VETO estadounidense y la proverbial inoperancia de la Unión Europea han llevado a la Cumbre de Roma, sobre la dramática situación que vive Oriente Próximo, al más rotundo de los fracasos. Pero la gravedad de esta situación no deriva sólo, ni tanto, de la incapacidad demostrada por la comunidad internacional para detener la masacre, sino, y sobre todo, de que el resultado del cónclave romano equivale a conceder a Israel patente de corso para proseguir su particular apocalipsis en el Líbano y Gaza. En realidad, Israel goza ya de una cobertura política y diplomática de la que carece cualquier otro Estado en el mundo. Pero aspira a que reconozcamos de iure lo que, para ellos, es ya un ejercicio de facto: la impunidad absoluta. Las autoridades judías consideran que, debido al holocausto y a las numerosas persecuciones y pogromos que han jalonado la atormentada historia de su pueblo, Israel no podrá ser nunca sometido a juicio por la comunidad internacional y, por tanto, asimilan cualquier crítica a la acción de su Gobierno con una expresión de antisemitismo, manipulación con la que pretenden encubrir sus desmanes y acallar toda discrepancia. ¿Nos mueven acaso prejuicios antijudíos cuando repudiamos a un Gobierno que ordena continuados e indiscriminados ataques contra escuelas, campos de refugiados, hospitales e instalaciones civiles de todo tipo? ¿Practicamos un peligroso antisemitismo cuando criticamos los bombardeos sobre poblaciones civiles indefensas? ¿Debemos permitir que, al amparo de la situación internacional y bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo, el Gobierno hebreo se apropie de las terribles palabras de Dios en el Deuteronomio : «Míos son la venganza y el pago»? De ninguna manera. Pero la falacia de que condenando los actos de un Gobierno se vilipendia a los ciudadanos de un país, sea una u otra su religión y su raza, no es nueva, y, pese a la torpe y grosera sustentación argumental, no deja de utilizarse. Oponerse con toda energía a la actual política israelí es un deber moral ineludible que nada tiene que ver con el antisemitismo, del mismo modo que la oposición a Franco que en su día realizamos los demócratas de nuestro país no tenía relación alguna con los sentimientos antiespañoles que se nos atribuían. Cuando decimos que las antiguas víctimas se han convertido en los nuevos verdugos no afirmamos que Ramala sea Auschwitz, sino que la lógica que llevó a los campos nazis de exterminio opera ahora en los campos de estupro étnico en Palestina. En vez de aferrarse a la falsa coartada del antisemitismo para procurarse una inaceptable impunidad, en lugar de cerrar las puertas a toda negociación y decretar que toda solución pasa por las armas, el Gobierno hebreo, si realmente piensa en el futuro de su pueblo, haría bien en recordar las palabras de Octavio Paz, refiriéndose a la fatalidad impuesta a diferentes pueblos a lo largo de la historia: «En un mundo cerrado y sin salida, en donde todo es muerte, lo único valioso es la muerte».