El lenguaje de la excavadora

ASSUMPTA ROURA

OPINIÓN

17 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

COMO mínimo a 3.500 euros por persona y noche pagan unos pocos millonarios una estancia en las Maldivas. Desayuno, comida, cena y demás no se incluyen en el precio. Las habitaciones son minúsculos bungalós, algunos con escaleras de madera directa al mar, que apenas se divisan entre la frondosidad de los árboles. El Gobierno tiene prohibido que se construya cualquier cosa que rompa el equilibro del paisaje natural. En el interior de los bungalós la decoración minimalista atiende cada detalle. Nunca estuve allí, para mi desgracia. Lo vi en un magnífico documental para la BBC . Los clientes entrevistados, también algunos de los directivos responsables de los complejos, a la pregunta de si no les parecía excesivo el precio, decían que no. Cada cual a su manera respondía lo mismo: pagaban el silencio, el contacto con la naturaleza y la soledad. Confieso que en este punto les envidié su suerte. Vivo en un país en el que la excavadora se ha convertido en la gran devoradora del paisaje y del silencio. Una Mantis del verdadero deseo, el que se adentra con lentitud por el camino del placer sólo para sentirlo, para experimentarlo, nunca para comprarlo como un objeto fabricado en serie. Mi ignorancia es grande, y no sé quién es el responsable auténtico de que en el supermercado mundial España se venda en un stand de todo a cien con acceso restringido a los vips del ladrillo. A propósito del ladrillo, cada vez que lo escucho nombrar huelo a trampa, escucho el arrumaco de la depredación, veo la piel del buitre. En paralelo, el falso e insostenible predicamento de lo sostenible. ¿Marbella? No me escandalizo cuando salen las horribles imágenes de sus bloques inhumanos, ni esas entradas y salidas de la cárcel o el juzgado. Llevan años autodestruyéndose sin queja alguna, viviendo como reyes de esa autodestrucción. Allá ellos si así lo quisieron. ¿Qué decir del resto de la costa mediterránea? Es el vivo y horrible retrato de quienes levantaron esas infames torres y urbanizaciones y de quienes, por omisión, lo permitieron. Habrá que esperar. El ángel exterminador habla de muchas maneras. ¿Estamos a tiempo de salvar algo en toda la geografía de España? La excavadora no tiene por qué tener la última palabra.