09 abr 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

EL FILÓSOFO Epícteto, máxima expresión del estoicismo junto con Séneca y Marco Aurelio, tuvo la desgracia, cuando era esclavo, de sufrir a un amo cruel y perverso, de nombre Epafrodito, que se recreaba retorciéndole la pierna que tenía dañada desde niño. Epícteto, que desdeñaba las riquezas y los honores y se manifestaba impávido ante el sufrimiento, se limitaba a advertirle a su torturador: «Mira que me la vas a romper». Pero Epafrodito siguió, erre que erre, hasta que un día el hueso se quebró. Epícteto, sin pronunciar una queja, se limitó a decirle: «Te dije que me la ibas a romper». Releyendo este episodio aleccionador me vinieron a la cabeza las declaraciones de Alfonso Guerra del pasado día 3, en las que calificaba de «inquietante» la actual «desviación territorial» en España, en detrimento de los planteamientos ideológicos. Porque «salvando todas las distancias -decía-, algo parecido ocurrió en el momento de la disolución de la URSS». E imaginé entonces a unos seguidores de Epafrodito empeñados en retorcer la pierna del Estado. «Mira que me la vas a romper», le oía decir a Epícteto. Pero los Epafroditos de la «contaminación nacionalista» de que habló Guerra seguían erre que erre. ¿Esperan acaso oír el crac del hueso del estoico Estado?