Referente moral y testigo de un siglo

La Voz

OPINIÓN

Tal día como hoy, hace cien años, nació en Granada Francisco Ayala García-Duarte, que ha sido «siempre un hombre de su tiempo», como señala su mujer, Carolyn Richmond. Testigo de un siglo convulso, producto del esplendor cultural de la República, damnificado de una guerra civil que lo llevó al exilio, infatigable escritor y profesor, Ayala es un referente moral.

15 mar 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

«Soy un bicho raro, desde luego. No podía ser de otra manera. Es mi manera de ser, raro y un poco arisco, como los que se dedican en cuerpo y alma a las letras». Así se ha autodefinido el patriarca de las letras españolas, un escritor con vocación de acero que dijo que su profesión «más que oficio, es sacerdocio». Su fórmula para ser tan longevo: «aguantar y no contagiarse de la tontería». Fernando Savater aporta más calificativos para acercarse a su perfil vital: «Lúcido, irónico, memorioso, dúctil, dotado del sentido del humor de los sabios, viajero, cosmopolita, buen conversador, buen patriota de la patria de la humanidad, un español que transpira inteligencia e inspiración, y que ha aplicado su perspicacia a la literatura y a la vida». Sobresaliente novelista, uno de los mejores cuentistas en lengua castellana, memorialista imprescindible, ensayista brillante, destacado sociólogo ?su faceta más desconocida?, traductor, articulista e intelectual comprometido, Francisco Ayala es una referencia moral para los demócratas, un ejemplo de independencia insobornable y un testigo de excepción del terrible siglo XX. Su larguísima trayectoria, dedicada a escribir y enseñar sin descanso, fue reconocida con un sillón en la Academia Española en 1983 y los principales premios (Cervantes y Príncipe de Asturias, entre otros). Desde 1996 es candidato al Nobel. Nacido en Granada, estudió bachillerato en su ciudad natal y se trasladó a Madrid a los 16 años, edad a la que publicó su primer artículo, una semblanza de Julio Romero de Torres. En la Universidad Central se doctoró en Derecho y Filosofía y Letras. Gracias a una beca, amplió estudios de Filosofía, Política y Sociología en Alemania. Su primera novela, Tragicomedia de un hombre sin espíritu, la publicó a los 19 años. A los 28 ganó la cátedra de Derecho Político en la Universidad de La Laguna, y más tarde la plaza de letrado de las Cortes. En esa época colaboró en dos prestigiosas revistas, Gaceta Literaria y La Revista de Occidente, junto a Ortega y Gasset. La Guerra Civil quebró una brillantísima trayectoria académica, literaria y vital (su padre y un hermano fueron ejecutados por los rebeldes franquistas). Fiel a la República, Ayala partió a un largo exilio de más de 20 años. Primero marchó a Argentina, donde publicó el excelente libro de cuentos La cabeza del cordero (1949), centrado en la contienda fratricida. En 1950 trasladó su residencia a Puerto Rico y años después a Estados Unidos, donde enseñó en universidades como Princeton, Nueva York y Chicago. En 1960 regresó sigilosamente a España y desde entonces vivió a caballo entre ambos países. Cinco años después de la muerte de Franco, en 1980, se instaló definitivamente en su patria. Su obra narrativa posterior a la guerra destaca por su sentido del humor irónico y sarcástico, su preocupación por las pasiones humanas y un profundo pesimismo. Entre sus obras mayores están dos novelas complementarias, Muertes de perro (1959) y El fondo del vaso (1962), El jardín de las delicias (1971) y los relatos de Historia de macacos (1955). Dos libros recién aparecidos pueden servir para acercarse a su obra: Miradas sobre el presente: Ensayos y sociología (Fundación Santander Central Hispano) y De toda la vida. Relatos escogidos (Tusquets), una antología de su obra editada por su segunda esposa, Carolyn Richmond, quien señala: «Ayala ha sido siempre un hombre de su tiempo».