Capote, Truman

CÉSAR CASAL GONZÁLEZ

OPINIÓN

18 feb 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

«SOY homosexual, soy alcohólico, soy drogadicto, soy un genio». Así se definía Truman Capote, del que hay filme a estrenar. Es un grande. Hacía que el periodismo sonase, como una música. De él son la mejor entrevista a Marlon Brando y el mejor retrato a Marilyn. Decía que Dios le había dado un don, escribir, y un látigo, para flagelarse y no narrar nunca mal. Tenía una lupa en el lugar del corazón y en el oído, un magnetófono. Desayuno en Tiffany's es exquisito, un bombón con licor. A sangre fría es una biblia para un periodista. Sabía emborronar con lágrimas los ojos del lector. Hasta Plegarias atendidas tiene su toque. Se bebía los cócteles y agitaba las palabras como nadie. Desnudó a los ricos de NY sobre la camilla del masajista y rozó a los débiles con una pluma. Es lo que hubiese sido Proust, si el francés nace en Nueva Orleans en 1924. Tenía en la lengua un escalpelo. Odiaba a Hemingway, por machista. De Greta Garbo dijo que era una ignorante que tenía cuatro picassos colgados del revés. Era cruel hasta con él mismo: «Tengo el tamaño de un revólver y soy igual de ruidoso». No creía en la vida antibiótica, sin pasión. Era pequeño, pero su sombra llega hasta hoy. Coleccionaba pisapapeles. cesar.casal@lavoz.es