QUIZÁ les suceda como a mí: asombro, sorpresa ante el cambio en los análisis, los diagnósticos y las posiciones políticas que produce un resultado electoral. De la complacencia, la autoafirmación, el ninguneo hacia lo contrario, la negación de lo evidente y el diagnóstico triunfalista sobre el estado de Galicia y de sus ciudadanos, como ejes de una práctica política y de gobierno, al descubrimiento de tal cúmulo de carencias, necesidades y promesas incumplidas que uno no puede menos que pensar en cuánto sufrimiento, contención y lealtad partidaria fue necesario en el Gobierno gallego y en todos y cada uno de los dirigentes políticos populares, durante los ocho años de gobierno Aznar, para contener tal ansia de autogobierno y reivindicación de Galicia. Allá por el Apóstol se cumplirán los cien días. Sí, de gobierno socialista. Pero disimulen, llevamos catorce años que, aquí en Galicia, gobiernan los populares, y en los últimos ocho años en coincidencia con un Gobierno popular también en España. Si bien pareciera, atendiendo al nuevo discurso político desarrollado desde las elecciones del 14 de marzo, que los populares dediquen sus afanes a que esos años de gobierno nos pasen desapercibidos. Conocen, como yo, el ritual. Ante un cambio de Gobierno en el Estado, visita. El tono en que se desarrolle, depende. En la visita se desgranan problemas y reinvidicaciones. Un objetivo es transferir a su homónimo en el Gobierno central parte de, o toda, la responsabilidad de lo que se plantea o reivindica. De regreso, todos los esfuerzos, y la entrega que supone el penoso trabajo de gobernarnos, se encaminan a convencernos de que planteados los problemas ante la instancia externa, a ella corresponde la responsabilidad de resolverlos. A nuestros políticos, la gracia de reivindicarlos, en su caso inaugurarlos, o bien revitalizar el discurso de la marginación y la deuda histórica. Sucede que en esta corta coyuntura de tres meses no es sencillo que la estrategia cuaje. Por más que en ese recuperado discurso popular, con parapeto, se pretenda que ahora aquel Limia de leyenda, o el Lethes de Estrabón, sea el Plan Galicia. Porque una cosa es pretender que los gallegos crucemos una vez más el río del olvido y otra, conseguirlo. Décimo Junio Bruto quizá ande de nuevo por Galicia.