Todos quienes han mamado La Habana han escuchado en sus calles los chistes más crueles que puedan concebirse sobre el régimen de Fidel. Como aquel del joven que se disfraza de mono en un circo ruso para poder salir del país y acaba por error encerrado en la jaula de los leones. Cuando el aterrorizado circobalsero comienza a gritar socorro mientras se desprende del disfraz, los felinos le increpan: «Imbécil, cállate o nos jodes la salida de Cuba a todos». El último chiste lo ha protagonizado el propio comandante, que ha resultado víctima de dos locutores radiofónicos de Miami. Tras convencer a los burócratas del palacio presidencial de que Hugo Chávez estaba al otro lado del teléfono, Castro llegó a mantener con su falso interlocutor una conversación de media hora. La charla, una vez Fidel cayó de la burra, acabó entre insultos. «Mariconzón», le increpó el dictador al locutor en plenos preparativos planetarios del Día del Orgullo Gay. Nada, que el barbudo insiste en perder amigos.