Soldadas y soldaderas

| FRANCISCO RÍOS |

OPINIÓN

23 abr 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

hablar.bien@lavoz.es LA CRECIENTE presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas pone de relieve la necesidad de femeninos para designarlas en sus nuevos papeles. Para la Academia, soldado era hasta el 2001 sólo masculino, de tal forma que la mujer que ya antes servía en la milicia era un soldado . Nos pusimos al día, y en la edición del Diccionario que apareció aquel año soldado ya era palabra común en cuanto al género, por lo que las mismas mujeres pasaron a ser las soldados . Hay renuencia a decir soldada, y la homografía con la voz que significa 'sueldo' quizá no sea más que un pretexto para eludirla. Aunque puede ser un buen impulso la pregunta que Lázaro Carreter se ha hecho en voz alta: «¿Por qué no llamar soldadas a las soldadas?». En busca de formas de nombrar a las mujeres con uniforme militar, algún bienintencionado ha propuesto un mexicanismo, soldadera, pero no parece aceptable, pues era ésta la mujer del soldado, la que lo seguía allá donde fuera, incluso a las batallas. En los primeros años del siglo XX les llevaban comida a los cuarteles, eran su contacto con el exterior y, la mayoría de las noches, sus compañeras de lecho. En la turbulenta segunda década del siglo fueron muchas las soldaderas que tomaron el fusil de su hombre cuando éste fue abatido y continuaron la lucha. En el campo revolucionario las hubo que llegaron a la coronelía. Quedan numerosos testimonios fotográficos: mujeres de piel tostada, gesto serio, con un fusil en la mano y dos cananas en bandolera, un primitivo cruzado mágico de plomo. Las soldaderas que acompañaban a los revolucionarios también eran conocidas como adelitas, voz tomada del corrido La Adelita : «Popular entre la tropa era Adelita / la mujer que el sargento idolatraba / porque a más de ser valiente era bonita / y hasta el mismo coronel la respetaba». La canción se teñirá luego con los tonos dramáticos comunes a tantas películas que el cine mexicano ha dedicado a adelitas y soldaderas: «Y si acaso yo muero en la guerra, / y si mi cuerpo en la sierra va a quedar, / ay, Adelita, por Dios te lo ruego, / que por mis huesos no vayas a llorar».