A vueltas con Rael

BLANCA RIESTRA

OPINIÓN

10 ene 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

BRIGITTE Boisselier, la obispa raeliana que defiende la clonación por patios y foros, estudió en la universidad de Dijon como Marta y Margó (mis amigas ourensanas) y como yo misma. Estudiar en Dijon imprime carácter, las cuatro salimos de allí esquinadas y algo friquis . Mientras los niños juegan con sus coches teledirigidos por las calles hinchadas de basura, pienso que este año nuevo viene raro entre cantos de guerra y gaviotas mouras . Dicen que el 2003 será el año más caluroso de todos los tiempos. Las certidumbres son pocas, estamos en plena recesión y el planeta encabritado parece revolverse como loco. Eso está bien, más vale estar loco que estar muerto. En plena resaca navideña, cae de cajón que casi nada de lo que pedimos y de lo que nos dan es esencial ni verdadero. El hombre desea ver un nuevo día y es eso lo que desea únicamente. Vivir para contarla, como dice García Márquez. Seguir adelante y pelear. Morir con las botas puestas, morir matando (¿iraquíes?). Este es mi único deseo para mí y mi único deseo para Galicia y los gallegos. No hay marea negra que cien años dure, ni desgracia eterna, ni sino irremediable. El mar es mucho más poderoso que la mierda. La vida viene del mar, fuimos amebas y peces antes de colonizar la tierra firme. Podemos contra todo, si nos dejan, y aunque no nos dejen. Birgit Fritch me cuenta en Zürich que existen en el universo maravillas, agujeros negros y satélites resplandecientes. Que hay planetas gemelos y, que mientras uno muere, el otro chupa y hereda su energía. Rédouane confirma que la energía no se gana ni se pierde, permanece. Karsten piensa que llegaremos a inocular todos nuestros recuerdos y vivencias en un clon y que eso será la inmortalidad de los humanos. Pero, ¿acaso sólo somos recuerdos y vivencias?, ¿a dónde irán a parar las rebeldías, los olores, la voluntad y el absurdo, lo imprevisto? Mientras escribo esto nieva en Zürich y los gatos de Marta se comen los sillones. Mientras escribo esto un niño merienda en Betanzos pan con queso. Mientras escribo esto una chica de Burgos lee a Tristan Tzara y recuerda al poeta rumano que dijo un día en el Cabaret Voltaire: «Libertad: dadá, dadá, dadá, aullido de colores crispados, entrelazamiento de contrarios y de todas las contradicciones, de lo grotesco, de las inconsecuencias: la vida». Escucho en la radio el nuevo album de Lou Reed, The Raven , con espléndidas versiones de Edgar Allan Poe. Una joya. Recuerden que aquel cuervo también decía «Never more» (Nunca máis) .