Urbanidad

CARLOS GARCÍA BAYÓN

OPINIÓN

10 dic 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

SÁNCHEZ DRAGÓ tiene los cuarteles de invierno en un pueblecillo soriano con una docena de casas y otra docena de habitantes que ordeñan ubres y rezan el Ángelus como los rústicos de Míllet. Allí, Sánchez Dragó, a solas con su sombra y con su pena, escribe. ¿Y qué puede escribir tras lo que escribió? Pues un código de conducta. Por el último código que leí, del XVIII, pude saber: «Tras sonarte no mires en el pañuelo lo que has sonado». También pude enterarme: «Si has soltado por descuido una ventosidad, disimula con el ruido de una silla y una sonrisa». Y cosas así. El XVIII cuidaba mucho la conducta. El código de Sánchez Dragó habla de otras cosas, pues la sociedad que vivimos es distinta. Encierra Sánchez Dragó sus mandamientos en casi 200 moralidades. Dicen que se vende bien el libro. El hombre es un animal omnívoro al que nada le inmuta pues es resistente al ácido sulfúrico, infusible al soplete, insumergible, inoxidable, que sigue cagando mierdas como siempre. Aunque lea a Sánchez Dragó.